Yo quiero mi gorro

Yo quiero mi gorro

Jon Klassen (autor e ilustrador): Yo quiero mi gorro. Santander: Milrazones, 2012. Traducción: Jesús Ortiz.

mi gorro

Antes de su internacionalmente reconocido Este no es mi bombín (Milrazones, 2013), Jon Klassen publicaba una obra cuyos protagonistas eran también animales y un sombrero robado: Yo quiero mi gorro, una historia premiada por distintos medios y con muchos puntos en común con la posterior: toques personales de humor, ironía, un texto conciso, breve y directo, una ilustración muy particular (muy cercana al estilo de Leo Lionni en lo que a paleta de color y trazo se refiere) y un final insólito que roza el humor negro.

Klassen comenzaba su andadura como autor de álbumes ilustrados con esta historia que se desarrolla en un bosque y que tiene como protagonista a un oso al que le han robado su gorro, aunque él simplemente piensa que lo ha perdido. Tranquilamente inicia su búsqueda preguntando a distintos animales por él. Parece que nadie ha visto su añorado gorro rojo. Pero alguien no ha sido totalmente sincero y pasado el tiempo el oso lo descubre. Será entonces cuando se las haga pagar en un desenlace totalmente inesperado, especialmente para tratarse de un libro cuyo público es el infantil y en donde se tiende a dulcificar la cruda realidad o a transmitir valores explícitamente. No es éste el caso del libro que hoy reseñamos, aunque puede entreverse un mensaje  implícito que viene de la mano de cierta moraleja.

Yo quiero mi gorro presenta una estructura repetitiva, algo que gusta mucho a prelectores y lectores más pequeños, que favorece su implicación en la historia y el feedback con el narrador. El texto es un diálogo repetitivo entre el oso y diferentes animales y un escueto monólogo que reproduce los pensamientos del oso en un momento muy determinado. Visualmente el texto no invade las ilustraciones, contiene juegos tipográficos (letra de imprenta y mayúsculas) y de color (muy significativo el rojo, reservado para toques de atención), y el tamaño del cuerpo de la letra es grande. Todo ello hace que el formato general del libro sea atractivo.

Las ilustraciones por su parte añaden importante información a la historia. Su lectura debe hacerse, por tanto, atendiendo por igual tanto al texto como a la imagen. Además los matices más interesantes se nos presentan precisamente de forma visual, algo que contrasta con la aparente sencillez e hieratismo de las ilustraciones. No hay estridencias ni fuertes contrastes, excepto esos momentos en los que el rojo está presente de una forma muy acertada.

El resultado es un engranaje perfecto de discurso verbal y visual, un libro perfectamente acabado que llama la atención por el estilo de narración del autor, desde los dos puntos de vista, por esa ironía y humor completamente comprensible para los pequeños que dejará asombrados a los adultos. Lejos de horrorizarse, los niños acogerán con agrado este inusual libro. La risa y la perplejidad están aseguradas para unos y otros.

Jon Klassen y «sus gorros»; dos puntos de vista, dos divertidas historias con un marcado sello personal que no pasan desapercibidas.