Un día diferente para el señor Amos

Un día diferente para el señor Amos

Philip C. Stead (texto) y Erin E. Stead (ilustración): Un día diferente para el señor Amos. Barcelona: Océano Travesía, 2011

 

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Que hay libros que nos llegan de una forma muy especial es evidente. Por las más variadas razones merecen un lugar destacado en nuestra biblioteca. Para mí por ejemplo por la multidud de sensaciones que nos provocan, por tener un texto cuidado, por el enorme deleite que nos produce su lectura o por el despliegue de arte, ingenio, sensiblidad, etc. que pueda contener. Hay libros además muy valorados por los adultos que sin embargo no conectan con el público infantil, y al contrario, libros que son muy bien acogidos por los niños pero que a los que los adultos les cuesta ver cierta calidad. Y por supuesto libros con los que disfrutan grandes y pequeños. El libro que reseñamos hoy enriquece la sensibilidad de unos y otros.

A Un día diferente para el señor Amos le querremos hacer un hueco especial, tanto física como personalmente; es un libro que estaremos deseosos de contar una y otra vez y cuyas lecturas serán cada vez más enriquecedoras. No será difícil sucumbir ante una historia tierna, sencilla, pequeña; una entrañable historia cargada de delicadeza que ensalza el valor de la amistad y de los pequeños placeres de la vida. Un libro de estas características nos hará buscar el momento más propicio para crear un ambiente especial de lectura (tranquila, sosegada, sin prisas) que nos haga disfrutar de este pequeño gran placer.

El protagonista de la historia es Amos McGee, un hombre mayor, amable, educado, de sonrisa fácil y con rutinas muy claras que trabaja en el zoológico. Su afanoso día de trabajo no le impide visitar a sus peculiares amigos y dar a cada uno lo que necesita: una partida de ajedrez al elefante, una carrera a la tortuga, sentarse en silencio con el tímido pingüino de calcetines rojos, sonarle la nariz al siempre acatarrado rinoceronte o leerle cuentos al búho porque le da miedo la oscuridad. Generosidad, dedicación y disfrute con sus amigos podrían resumir la vida de Amos. Pero un día despierta enfermo, sin fuerzas para ir a trabajar. Así que sus amigos, acostumbrados a la estabilidad que les da las rutinas de su amigo, cuando ven que se retrasa y sabiendo que no es normal tanta tardanza,  deciden ir a casa de Amos a ver qué le pasa. Su alegría es enorme cuando ve entrar a los animales dispuestos a cuidarlo. Esta vez será él el objeto de los mimos y de una desinteresada dedicación: será el elefante quien disponga el ajedrez, la tortuga quien le proponga jugar al escondite y no a las carreras, el pingüino quien se siente a su lado a calentarle los pies, el rinoceronte quien tenga preparado el pañuelo y el búho quien prepare el té y les lea a todos un cuento antes de apagar la luz y dormir todos juntos.

El texto  de Phipil C. Stead es breve, pero de él resulta un pequeño regalo envuelto en ternura, un texto alejado de artificios, con un estilo muy directo que agradecerán los más pequeños, con el humor justo para dotar a la historia de calidez y cercanía. Ese humor es fruto del juego de personificación de los animales y de lo absurdo e inverosímil de algunas situaciones y caracterizaciones que se nos presenta de forma visual, ampliando el discurso textual como el que Amos duerma con un osito de peluche, tenga unas zapatillas de ratoncitos o veamos un pingüino con flotador y maguitos, un pájaro que pasea por la calle con un libro bajo el ala, un conejo leyendo el periódico, unos animales esperando en la parada de autobús o un ratón y una paloma animando la carrera de una orgullosa tortuga que vencedora (siempre) cruza la línea de meta. Y es que todos los personajes que nos presenta la historia están cargados de alma, de humanidad, amabilidad y mucha cortesía.

Pero más allá de la bonita historia de amistad creada por por Stead, Un día diferente para el señor Amos merece destacarse por sus ilustraciones, responsables en gran medida de la calidez del libro y de que se haga merecedor de ese lugar destacado tanto en nuestra biblioteca como en nuestras preferencias y momentos especiales de lectura. Más que un libro de aula estamos ante un libro para leer en casa.

El entrañable Amos McGee y sus amigos cobran vida de la mano de Erin E. Stead, ilustradora que hizo su debut con este libro, premiado con la medalla Caldecott 2011. Su técnica y método de trabajo dan como fruto unas ilustraciones que provocan infinidad de sensaciones en el lector. Éstas consisten en una serie de dibujos a lápiz grabados en color y realizados sobre planchas de madera. La textura que se consigue es asombrosa. Esto junto con la calidez de los colores elegidos crea esa atmósfera tan especial que rezuman sus páginas. El acabado de las imágenes a lápiz llena a los personajes de matices y expresividad e incorpora elementos significativos a la historia. De esto se deriva un proceso lento, de numerosos detalles que tratar y pulir, de una elaboración a fuego lento. Quizás por eso el libro invite también a esa lectura tranquila, lenta, más allá del texto, para recrearnos en cada página, sumergirnos en los gestos e ir descubriendo los matices que tanto enriquecen a la historia o las historias paralelas de los otros animales del zoo, porque nada de lo que contiene pasa desapercibido.

 Os invito desde aquí a conocer al señor Amos y a dejaros cautivar por un libro de infinita dulzura. No os defraudará.