El elemento

El elemento

Ken Robinson (autor), Lou Aronica. El elemento. Random House Mondadori: Conecta.Barcelona. 2012.

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Ken Robinson nos descubre El elemento. Se trata de un libro, en cierta medida didáctico, de cómo buscar nuestro propio elemento a través de las experiencias de personas reconocidas en diversos campos y de cómo las circunstancias que nos rodean facilitan o dificultan ese camino.
A pesar de que en el fondo todos conocemos aquello que realmente nos gusta, sin duda, las diferente obligaciones o imposiciones personales, culturales y sociales que sufrimos a lo largo de nuestra vida pueden poner en peligro el encuentro de el elemento, aquello que realmente nos reconforta, con lo que nos sentimos a gusto, que entendemos y disfrutamos.
Para delimitar aún más el concepto de el elemento nos ofrece un fantástico análisis del mismo a través de una secuencia que debe seguir:

Lo entiendo; me encanta; lo quiero; ¿Dónde está?

Como bien dice el autor, el elemento puede encontrarse en cualquier momento de nuestra vida. A lo largo de estas páginas descubrimos que la mayoría lo descubren después de un frustrante paso por el colegio. Robinson arremete suavemente con los diversos sistemas educativos por su falta de personalización y de atención a la creatividad y a la verdadera motivación de sus estudiantes. No olvidemos que la creatividad y la inteligencia van unidas.
Comenta intensamente la manera en que los sistemas educativos utilizan la evaluación de sus estudiantes a través de diferentes tests o exámenes que tratan de analizar la inteligencia de los mismos erróneamente. No sólo porque los matices personales de cada uno no pueden medirse con un sistema standard, si no porque además, se puede incurrir en graves fallos de planteamiento. Como bien dice la pregunta no es si son inteligentes si no de qué modo lo son, atendiendo a sus circunstancias.
Junto a estas palabras enaltece la figura del mentor como alguien capaz de propulsar el aprendizaje o la búsqueda y alcance del elemento, se puede decir que es donde entrarían los maestros, favoreciendo esa creatividad que les permita a los estudiantes alcanzar la cima personal.
En todo camino en la búsqueda de algo se pasa por distintas fases y es fundamental la manera en como afrontas las circunstancias. Por esos las personas que alcanzan el elemento tienes ciertas aptitudes semejantes:  optimismo, aprender de los errores, sobreponerse a las adversidades, no aceptar las cosas tal y como viene si no te hacen feliz, etc.
Es un libro de esos en los que das por hecho muchas cosas pero que hace falta que te lo recuerden de vez en cuando para comprender que el mundo educativo va mal, casi diría que incluso al revés de como debe ser, para crear personas felices y satisfechas.
Pone de relieve cómo, después de todas las experiencias reveladoras de cada uno de los personajes que entrevista, el colegio les ha servido como punto de partida para dejar de lado esa faceta estudiantil y emprender su verdadero camino. En cierta medida da pena comprobar que la escuela ha servido principalmente para darse cuenta de que no les ha servido de nada, que eso no es lo que quieren.
La claridad de ideas que manifiesta en su libro y en sus conferencias le ha válido para ser reconocido como uno de los principales y reconocidos personajes del panorama educativo internacional.
Utiliza mucha biografía en sus argumentos de manera que nos ayudan a comprender ciertas cosas simples pero totalmente necesarias. Por ejemplo cuando habla del sentido del equilibrio descubierto por Geurts en una tribu, algo así como el equilibrio que necesitamos para sobrevivir, el punto medio perfecto para ser felices que en nuestra cultural occidental parece ni siquiera tenerse en cuenta. O cuando Bretch habla del sentido común algo que impide que sigamos investigando sobre algo porque lo das por sabido o válido.
Con un trasfondo de autoayuda nos invita a dejar fluir nuestro verdadero ser, de manera relajada, sin estrés, porque realmente queremos, ponemos pasión en lo que hacemos y podemos hacerlo indefinidamente. El elemento no atiende a razones económicas, a labrarte un futuro, atiende a lo más interno de la persona, lo que la hace tener éxito en sí misma, lo que deberíamos enseñar a nuestros alumnos lejos de competiciones académicas y de trabajos seguros e inexistentes.
La importancia de hacer lo que realmente nos gusta también se extiende a nuestro entorno, aprendemos a compartir de manera que todos aprendamos de ello, «a formar parte de una tribu» donde nos sentimos identificados en intereses comunes y logramos aprendizajes más elaborados, porque nos encontramos «en nuestra salsa» literalmente, nos identificamos con lo que se trata y damos lo mejor de nosotros mismos, innovando, consiguiendo algo mejor. En este punto trata de manera menos intensa el hecho de que el grupo te coma, es decir que anule tu juicio personal, algo fundamental en la sociedad que vivimos donde en ocasiones los adolescentes, y no sólo ellos, se dejan llevar por la marea. Es justo cuando habla de los límites sociales y culturales.
Hacia el final del libro introduce la idea de la importancia de conocerse holísticamente como parte de un todo, donde el mundo en general es el todo. Formamos parte de un ecosistema que debemos salvaguardar porque nuestro entorno nos influye de una manera u otra, porque somos lo que somos en parte por lo que nos rodea.
En este camino de transformación nos da una muestra de escuelas o metodologías que van por el buen camino, como las escuelas Reggio o la escuela Grangeton.
En definitiva, una vuelta de tuerca más a los sistemas educativos proponiendo una transformación, que no reforma, del sentido de la educación.

La clave la da al final del libro, que tendréis que descubrir por vosotros mismos, orientando hacia una educación que se centre en lo personal y no en las diferencias, que utilice adecuadamente los sistemas de evaluación y que respete la creatividad de los maestros.

Palabras destacadas en este libro: creatividad, sinergias, conexiones.