El cuento del lobo

El cuento del lobo

Helena Kralic (texto) y Anna Laura Cantone (ilustración): El cuento del lobo. Barcelona: Picarona (ed. Obelisco), 2014. Traducción: Joana Delgado.

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El lobo es protagonista de inmunerables historias. Tradicionalmente se ha asociado a un personaje malvado y fiero cuyas tropelías, en ocasiones, no salen en balde. La mitología, el folclore y los relatos de tradición popular están plagados de ejemplos de ello. Más recientemente se ha intentado romper ese rol, presentando nuevas historias con lobos buenos, listos, ingenuos o despistados. Unas veces protagonizan llamativas adaptaciones de cuentos clásicos; otras, relatos originales. En la mayoría de los casos se consiguen historias disparatadas, llenas de humor, en las que se produce una revisión de nuestro imaginario colectivo.

El libro que hoy reseñamos presenta un lobo que transita entre ese nuevo modelo y el lobo de las historias de toda la vida que tan fuertemente está arraigado en los lectores. El lobo de Helena Kraljic es un ser amable, afable, un poco perezoso, pero dispuesto a ayudar siempre a unos nada temerosos animales que acuden a él para resolver algunos problemas. Contra todo lo que pudiéramos pensar, la oveja, primero, y el cordero, después, salen indemnes de su encuentro con él, y no precisamente por alguna jugarreta por parte de unos o por bobadas por parte de otro. El problema surge cuando el que le pide ayuda es un apetitoso cerdito. El lobo no deja de ser un lobo y no tardará mucho en mostrar su tradicional instinto.

La historia está construida a través de un sencillo y breve texto. Formalmente, está escrito en mayúsculas, lo que facilita la aproximación de los primeros lectores. Los juegos  tipográficos pueden servirnos como referencia a la hora de modular la voz en caso de lectura en voz alta.

Singular resulta la otra parte con la que se construye el discurso. Las ilustraciones de Anna Laura Conte están cargadas de detalles, expresiones, miradas, sonrisas picaronas, que van matizando al texto y que nos hacen presagiar que en cualquier momento se va a producir la definitiva vuelta de tuerca ya anticipada en la portada. La ilustradora dibuja un escenario y unos personajes sin estridencias, en colores suaves, y un diseño muy agradable y atractivo para los niños, destacando las sobreimpresiones y unos exquisitos árboles decorados.

El juego con lo esperable llena de humor una historia que sacará una sonrisa a los pequeños lectores. Éstos, aunque pequeños,  no son ajenos a la tradicional carga que el personaje del lobo trae consigo. Por mucho que ayude, no deja de ser un lobo, y todos lo recordarán, no por sus buenas obras, sino por haberse comido al cerdito. ¡Como la vida misma!