Elena Alonso Frayle

Elena Alonso Frayle

F0436-26 Autok.Ganadora del Premio Ala Delta 2015 por Los niños cantores la trayectoria de esta escritora es imparable. Desde sus inicios en la literatura, esta abogada-economista no ha hecho otra cosa que triunfar. Tanto en novela juvenil como infantil despliega una sensibilidad abrumadora y ello le ha llevado a ganar algunos de los mejores premios en el campo literario. Os recomiendo que os acerquéis a su Elena Alonso Frayle para conocer más profundamente su obra. Aquí, en Literatil, nos quedamos con Los niños cantores su última aportación al mundo literario. Estuvimos en la presentación y entrega de premios y con ello conseguimos una entrevista.

P. ¿En qué momento decidiste comenzar a escribir?

R: Yo creo que el afán de la escritura me ha acompañado siempre, desde que, a los ocho o nueve años, escribía historias folletinescas sobre niñas huérfanas, que luego vendía a mis padres por tres pesetas, o desde que componía versitos infames a la orilla del mar tratando de expresar el arrebato que me provocaban los aromas de las noches de verano. La profesión de escritor me parecía la más noble y admirable de cuantas existen, pero, jurista de formación, siempre consideré que yo había encaminado mis pasos por otro camino, que el convertirme en escritora era algo así como un sueño irrealizable, un tren que había dejado pasar. Muchos años más tarde, hace ya más de una década, el destino quiso que me trasladara a vivir a Buenos Aires. Allí me dejé contagiar por la efervescencia literaria de la ciudad, en la que —dicen— hay más escritores que lectores. Me apunté a un taller literario, al que asistí durante los cuatro años que viví en Argentina; allí aprendí la técnica, allí aprendí la importancia de la corrección exhaustiva de los propios textos y allí aprendí la enseñanza más valiosa: la humildad necesaria para enfrentarse al oficio de escribir, pues uno, en esos talleres, expone su obra al juicio de los compañeros y debe encarar las críticas más despiadadas… Aprendes así a ejercer una crítica feroz con tu propia obra desde el principio. Y ese aprendizaje creo que es el que más me ayudó cuando, de regreso en Alemania, ya sola y sin la red que me proporcionaba un taller donde exponer mi obra, tuve que arreglármelas para ser mi única lectora y correctora, y me atreví a dar el paso de empezar a enviar mis cuentos y mis novelas a los certámenes literarios. El primer premio que obtuve fue una conmoción; pensaba que habría sido la flauta que suena por casualidad, pero, para mi sorpresa, a ese premio siguió otro y otro y otro… Hasta hoy.

P: ¿Qué se siente al triunfar desde el primer libro?

R: Bueno, creo que primero habría que definir que entendemos por «triunfar». Me temo que con demasiada frecuencia el concepto de triunfo en literatura se asocia a cifras de ejemplares vendidos, nivel de presencia en los medios, número de seguidores en las redes sociales, etc. Si esto es así, yo no puedo hablar de lo que se siente al «triunfar», pues es algo que no he experimentado. Mi caso es peculiar: no tengo agente ni conozco a nadie en el mundo editorial; no pertenezco a cuadrillas ni círculos literarios, no tengo contactos ni padrinos ni mentores en este medio, y, además, vivo en el extranjero. Voy absolutamente por libre. De manera que cuando he querido publicar, la única vía a la que he podido recurrir son los certámenes literarios. Toda mi obra publicada, hasta ahora, ha venido acompañada de un premio literario. Lo cual supone que, una y otra vez, mi obra ha debido defenderse por sí sola; ha debido competir, con carácter anónimo, contra cientos —a veces, como en el caso de los cuentos, contra miles— de manuscritos de otros tantos escritores anónimos; ha debido pasar el riguroso filtro de un jurado e imponerse exclusivamente por razón de su calidad, hasta llegar a la recompensa del premio y la publicación. Cuando veo que este arduo proceso, en mi caso, se ha repetido ya numerosas veces, entonces sí que me atrevo a pensar que de alguna manera «he triunfado». Mejor dicho, que mi obra ha triunfado. ¿Qué se siente? Incredulidad, algo de pudor; a ratos también algo de vanidad, para qué negarlo. Esperanza, esperanza de tal vez hallarme en el camino correcto, aunque la inseguridad a propósito de mi propia obra persistirá siempre, me temo. Pero por encima de todo, lo que se siente es la felicidad de que, gracias al premio y a la publicación, tu obra va a ser leída; la satisfacción al constatar que el esfuerzo mereció la pena, que el círculo se ha cerrado cuando la obra llega a manos del lector. Ese es el mayor triunfo de un autor: el llegar a ser leído.

P: ¿De dónde viene tu interés por la historia?

R: El leer libros de historia es una de mis aficiones, es verdad. Y esa inclinación se deja ver en casi toda mi narrativa. No escribo novela histórica, pero, si me paro a pensar, me doy cuenta de que todas mis novelas —y muchas de mis narraciones cortas— han sido, digamos, inducidas por un hecho histórico del que he tenido noticia. Me gusta dar vueltas a un acontecimiento del pasado que, en un momento dado, me llama la atención. Con frecuencia se trata de pasajes poco conocidos de la historia, y lo que me interesa explorar, cuando escribo sobre ellos, es cómo esos hechos nimios del pasado, casi olvidados por el historiador, tienen la fuerza de incidir en el presente, en el destino concreto de personas concretas.

P: ¿Hay en tus libros algún detalle autobiográfico?

R: Claro que hay detalles autobiográficos; no creo que haya ningún escritor que, en mayor o menor medida, no escriba sobre sí mismo. Escribimos sobre lo que conocemos, sobre lo que nos ocurre, sobre lo que nos conmueve. Pero lo vestimos con el tapiz de la literatura, y eso es lo que distingue la obra de ficción del diario adolescente. El detalle autobiográfico es, en mi caso, apenas un chispazo, un destello que pone en marcha la maquinaria imaginativa con la que levanto la obra. Eso no significa que haya que leer mis novelas o encarar sus personajes pensando que traslucen fielmente detalles de mi vida privada o que reproducen experiencias vividas por mí. De hecho, creo que es un error que tendemos a cometer cuando conocemos personalmente al autor de lo que leemos. En general, cuando uno escribe sobre temas muy cercanos a su propia biografía, sabe que debe contar con el hecho de que haya lectores que confundan realidad y ficción, y eso puede llegar a inhibirte; es algo contra lo que uno, como autor, se ve obligado a luchar.

P: En tus libros demuestras un amplio conocimiento de la lengua ¿Te has preparado para ello o es inherente a tu calidad como lectora habitual?

R: Bueno, gracias por la observación; me halaga, porque el uso del lenguaje es algo a lo que llego a prestar una atención obsesiva. Tal vez tenga que ver con el hecho de que mi vida diaria se desarrolla en tres idiomas distintos (a veces hasta cuatro), y muy a menudo temo que mi lengua materna termine por resentirse, contagiada por la sintaxis o el vocabulario de los otros idiomas en los que me expreso. Como decía antes, mi formación es de jurista, así que no tengo ningún tipo de «preparación» específica en este tema, más allá de lo aprendido en el colegio y el sentido común. Creo que todos deberíamos preocuparnos por escribir y hablar con un mínimo respeto a las normas sintácticas y ortográficas. Cuando me asalta una duda lingüística, trato de resolverla de inmediato: consulto mis diccionarios, acudo a la página de la RAE, a veces escribo a su servicio de «Español al día» con preguntas muy concretas… Pienso que los autores, en este sentido, tenemos una responsabilidad añadida; la lengua es nuestro instrumento de trabajo, no lo olvidemos, por lo que no tendría ningún sentido no mimarla como se merece, mucho menos maltratarla.

P: Tus próximos proyectos son…

R: Con esto de los proyectos pasa un poco como los embarazos: a uno le parece que si habla de ellos antes de tiempo, se van a malograr. Te diré solamente que llevo unos meses embarcada en una novela que se desarrolla, en parte, en Canadá, y que tiene que ver —cómo no— con un acontecimiento de la historia de ese país.

 

Elena Alonso Frayle

 

Tras sus palabras queda claro que se convierte en un referente literario para todos nosotros. Como mujer, encantadora, como escritora arrolladora. Desde luego, hay que seguir sus pasos.