El escondite ultrasecreto

Javier Vázquez Ezcurdia: El escondite ultrasecreto y otros cuentos de espíasssshhh.  Ilustraciones de Mar Villar. Huesca, 2015. 105 pp.

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Lena Teotilda es una espía ultrasecreta. Ella y su ayudante, Fräulein Topillo, deben partir desde su escondite para realizar una misión ultrasecreta de la que no sabemos nada (claro, es secreta). Pero no importa: el viaje hasta el lugar donde se encuentra su jefe, Míster Noname, acaba resultando, en palabras del mismo libro, «un circo». Personajes de lo más cómicos se interponen en lo que podría ser una trama bien lineal, y generan un laberinto de situaciones absurdas. La misión ultrasecreta queda en anécdota, porque al final uno se da cuenta de que lo interesante ha sido el viaje, el despiporre, el ir y venir de caricaturas que se topan unas con otras por azar. Pero bueno, que sí, que al final la misión se resuelve, aunque Lena Teotilda no tenga mucho que ver en el final feliz.

El libro es disparatado muy a  sabiendas. Es un humor muy español. Seguramente el autor beba de raíces de Jardiel Poncela, Mihura y otros tantos de la tradición del nonsense patrio. Quiere recordarnos también al encadenamiento de situaciones absurdas e imprevisibles de algún clásico como La aventura formidable del hombrecillo indomable, de Hans Traxler: una breve escena, la aparición de un personaje u objeto inesperado, y una nueva escena hilarante. Así, su continuo juego verbal, con calambures y paranomasias («el clan de los Mac Arrah», p. 56), la busca continua de aliteraciones («perifollo de plumas escachufladas», p. 87) y políptotos («amiga de hacerse notar y dar la nota, y notar que los demás la notan, y que anota en un cuaderno», p. 31) resulta una buena artimaña para tenernos atrapados. No siempre el humor es brillante, hay que decirlo, pero mantiene bastante alto el nivel de comicidad. Por otro lado, cuando quiere soltarse del estilo trazado, el autor va y nos sorprende con un par de páginas lírico-neorrománticas (pp. 79-80) que le dejan a uno un buen sabor de boca, como cuando te tomas una patata frita después de una gominola. E igualmente con las metáforas halladas: los agudos de la prima donna «como un cuchillo que atraviesa una calabaza» (p. 53); «son para siempre los segundos en el reloj silencioso de los besos» (p. 105), etc.

El libro no es un conjunto de cuentos, como dice el título, sino una sola historia con unos mismos personajes, por más que los episodios sean más o menos aislables. Creemos que el libro podría haber sido un bombazo con un remozado al diseño de la colección (algo vetusto), y  una ilustración más potente. Las alusiones locales (a mí me hacen mucha gracia Cuenca y Teruel, que conste) o intraeditoriales (con la aparición de Peponman), son una huella del carácter regional y subvencionado de la editorial, de la que podría desligarse en el futuro si quisiera.

Diviértanse con esta muestra de «sinsentido» cómico español, de manos de un autor al que no le tiemblan las piernas por asumir riesgos literarios y acaba dando volteretas y mortales con soltura. Acaso, como alguno de los personajes del libro, acaben ustedes sintiendo también «unas ganas colosales de reír».