El dragón y el caballero apetitoso

Elli Woolard (autora), Benji Davies (ilustrador); El dragón y el caballero apetitoso. Barcelona: Picarona (Ediciones Obelisco), 2016, 40 pp.

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Ya la portada de este álbum nos indica que tenemos entre manos un cuento sobre dragones y caballeros que seguro nos depara alguna sorpresa. Y nada más llegar a las primeras páginas descubrimos que así es. Peque no es un dragón fiero como los demás y tampoco parece especialmente hábil en el vuelo: tras una colorida sucesión de golpes y onomatopeyas acaba zambullido en un lago. Y James tampoco es un estudiante al uso en la Academia de jóvenes caballeros: basta con ver el libro que está ojeando titulado Guía para observar patos y aves acuáticas.

El texto rimado nos hace sentirnos casi como juglares de la época y nos ayuda a entrar de cabeza en la historia: ¿Pero qué es? ¡Si parece un extraño pato! / ¡Y está herido! ¿Qué hago, lo rescato?”.

¿Qué deberían hacer un dragón y un joven caballero que se encuentran en el bosque? Lo suyo sería que el animal se merendase al niño. O quizás que el joven luchador sacase su espada y derrotase a la fiera. Pues eso es lo que probablemente hubiesen hecho ellos, de no haberse tomado por lo que no eran (¿O sí?): un inocente chaval y un animal herido. Claro, que siempre llega el día siguiente y con él, la difícil realidad.

Todos hacemos cosas, porque se llevan haciendo toda la vida; porque es lo que nuestra familia nos enseña, o porque lo vemos a nuestro alrededor. ¿Pero nos hemos parado a pensar si eso es lo que realmente queremos y debemos hacer? ¿Si esa es la mejor opción que tenemos? Pues justo eso es lo que consiguen hacer los protagonistas de este cuento. Aun estando aparentemente decididos a cumplir su cometido, se ven incapaces de hacerlo. ¿Lo hacen por amistad? ¿Lo hacen por respeto? ¿O quizás es empatía por haber llegado a conocer al que siempre había sido su enemigo?

El dragón y el caballero apetitoso puede ser sin duda un buen ejemplo de cómo superar prejuicios y acercarse a conocer al otro. La inocencia de los pequeños, ya sean dragones o caballeros, les permite cuidarse y abrazarse como iguales. Sería precioso si también los mayores consiguiésemos hacer lo mismo.

Las ilustraciones complementan fabulosamente al texto, llenándolo de color o acompañando con sencillos trazos. Consiguen transportarnos a la magia del mundo medieval y a la vez nos muestran las tiernas y bonitas escenas de amistad entre los protagonistas. Además, el mapa inicial al estilo El señor de los anillos de Tolkien y el banquete medieval de las últimas páginas no tienen desperdicio.