De la Feria, del Libro y de Madrid

Feria del Libro de Madrid, ya saben, la 76ª ya, hasta el domingo 11 de junio. No se lo pierdan; Literatil nunca hace, y si podemos vamos en un día de diario, que es la única manera de no sufrir claustrofobia en contexto de agorafobia.

Nos hemos plantado allí, pues, una mañana, entre escolares que corrían de caseta en caseta. En una de ellas, cuyo nombre no diremos porque aquí no hacemos publicidad de nada, un pequeñajo de unos doce años ha preguntado por un libro, se lo han dado, le han dicho el precio, ha sacado un burruño de billetes y monedas de la mochila, ha echado mano de sus matemáticas de la LOMCE para contar, «te faltan 25 céntimos» le dice el librero, el chaval pone cara de pena y de no saber qué hacer ahora, se nos encoge el corazón (el libro no es gran cosa literariamente, pero ya saben, estamos en la moda de leer lo que se tercie con tal de que se lea, no vaya a ser que se nos escape una posibilidad de generar el mistérico «hábito de lectura» [que, digo yo, el hábito nunca ha hecho al lector ni al monje]), dejamos caer sobre la mesa 50 céntimos y decimos «toma, niño, que se te habían caído», él sonríe y comprende, el librero comprende también pero calla con profesionalidad y embolsa el producto, le decimos que se quede con las vueltas, pero no quiere, el niño se va tan feliz y se olvida de darnos las gracias, no las necesitábamos la verdad, qué es un cuarto de euro si hemos podido hacerle a un niño experimentar el rito de paso del consumidor de cultura.

En otra caseta de una editorial de fama hay una librera cantando un cuento a una niña. Lo hace muy bien, en gallego. Disimulamos hojeando un libro que ya habíamos reseñado aquí, para poder quedarnos y escuchar un rato más. Luego ni la madre ni la niña compran el libro, pero qué importa si las de la editorial han podido experimentar el rito de paso de la donación de la cultura.

De camino nos encontramos con una doctoranda nuestra. Le ofrecemos un helado (hay una marca que nos gusta mucho en mitad del Paseo de Coches), ella rehúsa cortésmente, hablamos de lo que ha visto ella y de lo que hemos visto nosotros, se burla de la cantidad de libros que ya hemos comprado, reímos. También la Feria es compartir y hablar y eso, si puedes encontrarte con alguien. Y si no, siempre se puede pegar la hebra con algún editor, preferentemente si la editorial es pequeña y conocen a fondo su catálogo y saben explicarlo. Eso es una delicia y se aprende mucho. Es, además, una de las cosas que no puedes plantearte si vas en findesemana.

Evitamos las librerías salvo las infantiles y las de barrio. Normalmente vamos directamente a las casetas de las editoriales, elucubrando con las novedades que habrán incorporado al catálogo. No encontramos a algunos editores que esperábamos en ellas, pues, en ocasiones, ellos evitan ir en los días de diario, y ponen en su lugar a algún vendedor menos experto, que peca de timidez o de ignorancia (ignorancia de lo que tiene expuesto, no de la vida, que seguro que sabrá mucho). A ver si los editores y nosotros nos ponemos de acuerdo en el día que ir a la Feria.

Buscamos el pabellón infantil. Primero encontramos uno de un banco, en el que hay un anuncio que asegura que un oso contrataría su crédito, o algo así, y que el papel debería ser solo para los libros. Pobres fumadores, hasta los bancos están contra ellos. Y pobres osos también.

En el pabellón infantil, que nos cierra sus puertas delante de las narices, pone que «leer = +corazones». No sé lo que significa exactamente, pero parece de nuevo la falacia de la cultura letrada, esa que se pone en evidencia cuando te enteras de que Goebbels era un lector empedernido y uno de los hombres más cultos de su tiempo (o cuando pasas por la carrera de Filología y conoces a uno de los catedráticos en los que estoy pensando). Pero bueno, también estamos en la moda de que hay que transmitir mensajes positivos, aunque no se sostengan en la evidencia, y si es con emoticonos mejor. ¿Qué habrá dentro del pabellón infantil? Les dejamos que lo averigüen cuando vayan, en fin de semana o en uno de estos días de diario.

 

En 3 horas hemos visto solo la mitad de la Feria… Es que el mercado del libro vuelve a crecer, y ya no damos abasto… y eso es bueno.