Confesiones de un amigo imaginario

Michelle Cuevas. Confesiones de un amigo imaginario. Barcelona: Ediciones Urano, 2017, 170 pp.

Tras una placentera lectura uno empieza a ordenar las ideas. Es lo primero que hay que hacer para redactar una reseña. Vas rememorando y, los adjetivos rompen en ebullición. Inteligente, profunda, divertida, emotiva,… Pero, ¿y si se nos ha escapado algo? Así, te descubres a ti mismo re-leyendo la novela. Te dices que estás re-buscando información, re-tomando notas pero, en el fondo, sabes que lo haces simplemente para volver a disfrutar de la obra. Una re-lectura suscitada por el placer de volver a disfrutar de un texto que nos hará reír, despertará nuestro pensamiento y, por supuesto, se hará un hueco en nuestro corazón.

Michelle cuevas, con un inteligente movimiento, nos desarma desde un principio en la conquista de nuestro corazón. Ofrece la narración en calidad de confesiones, tal como se las contaron. De este modo, parecen extrapolarse hasta los lectores las condiciones y cualidades del entorno donde se produjeron tales confidencias. Así, desarmados, nos abandonamos a la lectura desde la complicidad, con plena confianza e inmersos en un confortable clima de intimidad.

El curioso origen del confidente nos predispone para un encuentro, cuando menos, divertido. Jacques Papier, aunque él a priori no lo sepa, es un amigo imaginario. Es decir, un ser que pulula libremente, sin sometimiento a las rígidas leyes de la física, entre este nuestro mundo y aquel otro, donde los límites, difusos, son establecidos por la creativa imaginación.

El protagonista nos recibe, amablemente, en su vida, abriéndonos de par en par su día a día. Comparte desde un principio sentimientos y pensamientos y nos deja acompañarlo por los hechos, típicamente imaginarios, que conforman su rutina junto a Fleur, su hermana. Aquella que lo imaginó. La niña que conoce el auténtico yo de nuestra estrella imaginaria, la niña que comparte con Jaques un mundo entero. Aquel que solo ellos pueden ver.

Pero, nada es eterno y la maravillosa relación entre Jacques y Fleur saltará por los aires, en cuanto nuestro protagonista descubra su condición de imaginario. Deseoso de igualar en condición a su hermana le pedirá ser liberado. ¡Y lo será!, pero no con el resultado deseado. No obtendrá la realidad corpórea. Al contrario desaparecerá en un limbo imaginario a la espera de ser reasignado, ya que los entes imaginarios, acaso por no estar sometidos a las leyes físicas, dependen siempre de alguien que los imagine. Aquel a quien serán reasignados.

Así, la novela, siempre divertida, derivará en una búsqueda continua. Una búsqueda de la felicidad perdida, aquella relación con Fleur. Búsqueda, como todas en el fondo, de uno mismo. Un itinerario que nos llevará a plantearnos temas como la libertad; el amor; la pérdida; lo real; lo imaginario; el darse a los demás. Y el ser, sobre todo, el ser. Y la vida. Y…

Michelle Cuevas, va entretejiendo la obra a través de pequeñas puntadas. 170 páginas divididas en 60 capítulos que invitan, ya visualmente, a la lectura. Una lectura ágil e ingeniosa. Una lectura que introduce pinceladas filosóficas en la trama de forma amena y natural, combinándolas con escenas y situaciones hilarantes. Una narración rica en recursos como el lenguaje poético o la intertextualidad que buscan la complicidad y el desperezamiento de las emociones del lector. Un texto que se va tejiendo puntada a puntada de manera sólida, perfilando al personaje, hasta alcanzar, con el último hilván, un emotivo clímax final.