El camaleón Arco Iris

El camaleón Arco Iris

Yusuke Iones (autoría e ilustración). Ortzi kamaleoia. Donostia-San Sebastián: Ttarttalo.

camaleon

Hablaremos hoy de esta obra de Yusuke Yonezu. Me voy a permitir sumergirme en la misma a través de su versión en euskera, ¡pero tranquilos aquellos cuya flotabilidad se lo impida! Existe otra versión en castellano (El camaleón Arco iris. Kókinos. 2010), que les posibilitará el bucear en la misma descubriendo los tesoros que su fondo alberga.

Dos razones me impulsan en esta iniciativa. La primera y más determinante, mi acceso al libro en lengua vasca. La segunda, como resultado de la primera, hacer un pequeño homenaje a las lenguas minoritarias, que no por minoritarias menos lenguas, a no ser que situemos su esencia en el número de músculos, ¡otra vez lenguas!, que emiten sus sonidos.

Cada idioma guarda sus secretos, cosmovisión y peculiaridades y las traducciones tienen que amoldarse a ellas. En este caso, entiendo que la obra se ve reforzada por el euskera. Ortzi Kamaleoia, Ortzi: el camaleón. Ortzi representa la personificación del cielo en la mitología vasca, una deidad. Personificación masculina en oposición a la Tierra y sus hijas la Luna y el Sol, todas femeninas. Así, Ortzi, todo lo ve desde el cielo y juega con los distintos fenómenos que en él observamos. Él crea el trueno, el rayo o el arco iris. De este modo, en su adaptación al euskera podemos observar que nuestro querido camaleón parece adquirir otra categoría, la de un ser superior, la de una Divinidad. Hecho que, para este que suscribe, tendrá sus consecuencias en la ubicación del punto álgido de la trama, trasladándola de un lugar a otro en función del idioma en que es narrada.

Yonezu presenta una obra llena de color y alegría. La trama se desarrolla dentro de los coloridos collages que conforman los escenarios, resaltados por el siempre presente fondo blanco. En ellos, Ortzi, en la búsqueda continuada de Lili, como guiado por el tercer ojo (¡no, ese no!, no seáis escatológicos), el ojo que desde el cielo todo lo ve, escapa a los peligros que acechan camuflándose rápidamente, mimetizándose con el entorno. A salvo ya de todos ellos y bajo una incipiente lluvia, nuestro protagonista pregunta: “ ¿Lili, dónde estás? Yo,…, te amo”. Semejante declaración de amor hace ruborizar a Lili, perdiendo la eficacia de su camuflaje, desnudándola de su disfraz y posibilitando, al fin, el encuentro de los enamorados. Acaso consecuencia de este encuentro, repentinamente sale el sol y ambos juegan, felizmente, con los colores de arco iris.

El hecho de que en euskera el nombre del protagonista no coincida con este fenómeno presente en la página final, descarga al arco iris de cierto peso en la composición literaria. Peso, presencia e importancia que es adquirida por la declaración de amor. Ésta constituye el clímax de la trama, conformando el juego con los colores del arco, fenómeno controlado por Ortzi, un final abierto de esos que tanto nos enseño a disfrutar el maestro Buñuel.

Mediante las ruedas y lengüetas que recrean mecánicamente las acciones contenidas en la historia, el niño, podrá ir destrozando poco a poco el libro, representando el paso del tiempo y mostrando, como los mandalas tibetanos, que nada es eterno. Interesante aprendizaje para ese lector pulcro y ordenado, que emulando a Lucky Luke, ve, con estupor, como ensucian las páginas de su libro las semillas de esa espita de trigo que mantiene entre sus labios, límite final del entusiasmo y ensimismamiento ante la lectura.

 

Reseña escrita por Ibon C.B.