Familias Familiares

Familias Familiares

Vivian Mansour (autor), Juan Gedovius (ilustrador): Familias familiares. México: Fondo de Cultura Económica, 1999. Ganador en 1997 del V Concurso de Literatura Infantil y Juvenil A la orilla del viento.

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¿Alguna vez has sentido la necesidad de cambiar a tu familia por otra? Puedes pensar que tu familia, a veces, por sus costumbres, características personales o comportamientos, es inusual, muy distinta a los demás, muy rara… Incluso a veces puedes sentirte avergonzado de pertenecer a ella, pensando que si la cambiaras irían mucho mejor las cosas. Pero, ¿has valorado realmente lo importante que es para ti tu familia? Aunque creas que eres muy distinto al resto de los miembros que la conforman y que es imposible que pertenezcas a ella, esas son tus raíces y tú eres como eres gracias a ellos.

Sobre este tema nos habla Vivian Mansour en Familias familiares. Una historia narrada en primera persona por un niño que pertenece a una familia formada por cinco personas, cada cual más extraña. Un título y una portada muy atrayentes, en la que la exageración nos proporciona una gran fuente de humor. Imposible no soltar alguna carcajada al leer las descripciones que hace el protagonista de cada uno de los miembros de esta peculiar familia:

– Papá, el rey del “por si acaso”: debe mantener todo bajo el más extremo control; compra artículos repetidos por si se rompen o se extravían los existentes, acumulando cajas y cajas de objetos iguales; se opera, sin estar enfermo, para prevenir enfermedades que quizá nunca vaya a tener; e incluso hace simulacros cuando tienen que ir a algún evento (se visten, suben al coche para encontrar la dirección a la que van a ir, ensayan lo que van a decir, dónde van a aparcar el coche…).

– Mamá, despistada es poco: hay que hacerle mapas de su propia casa para que no se pierda; puede ofrecer zumo de naranja y bizcocho para cenar por la noche, y un Martini con bistec a las siete de la mañana; llama a sus amigas para preguntarles sus números de teléfono.

– La hermana, la gruñona: una chica muy guapa, aunque siempre está de mal humor, a todas horas, todos los días…

– La abuela, con fobia a la “e”: una ancianita tierna y dulce que, cuando oye palabras que contienen la vocal “e”, se tira en el suelo pataleando, rompe cosas y echa baba por la boca. Después se cubre con una sábana y se hace la muerta durante dos días.

¡Imaginaos si perteneciéramos a una familia como esta! Nuestro protagonista no se atreve a llevar a sus amigos a casa, organizar fiestas o asistir a lugares públicos en su compañía. Pero, algo sucedió que obligó al chico a cambiar esta situación. Un día, la profesora de civismo preparó lo que para sus alumnos y sus familias sería una gran sorpresa: una fiesta de convivencia familiar en la que se harían concursos por grupos. Cada miembro de cada familia debía hacer una prueba y, como si estuviera hecho a propósito: a la madre le tocó la prueba del laberinto, del que salió triunfal al cabo de ¡4 horas!; a la abuela le tocó un juego de adivinar palabras (el ahorcado), tenía ya todas las letras menos una (efectivamente ¡era la fatal “e”!), al oír ese fonema, la abuela pasó de ser una simpática ancianita a transformarse en una especie de dragón; a la hermana le tocó el juego de adivinar películas con la mímica, por su rostro enojado, solamente adivinaban títulos de películas como Apocalipsis o La ira de Dios; y el padre se negó a jugar por la falta de organización y previsión.

Después de este tremendo ridículo, el chico decidió que ya tenía suficiente e ideó un plan para cambiar de familia: les pidió a sus padres que le apuntaran a un campamento de verano, al que no tenía intención de ir, para así poder ir en busca de una nueva familia. Primero, se mudó a la casa de su amigo Lorenzo, pero tampoco le pareció un buen hogar: su papá, cuando no estaba enojado, lloraba; y su mamá estaba enganchada al teléfono las 24 horas del día, para hablar con ella de forma exitosa, incluso estando en la misma habitación, se la tenía que llamar por teléfono. Aparte, siempre estaban discutiendo por el dinero.

Después se fue con un vagabundo que le llevó con su familia del vertedero, pero tampoco le convenció… Huyó de allí y, siguiendo con su búsqueda, se topetó con un circo. Pidió al enano del circo que lo adoptaran, pero con los días empezó a echar de menos a su familia. Le entró la nostalgia y decidió regresar a su casa (ya habían pasado los dos meses de campamento).

Tras valorar las características de su familia con las de las que estuvo conociendo, se dio cuenta de que ninguna familia es perfecta, todas tienen sus más y sus menos. Lo que antes le avergonzaba de su familia, ahora le daba risa. Así fue como el protagonista de esta historia aprendió a valorar a su familia y a darse cuenta de lo importante que era para él.

Una divertida historia para grandes y pequeños, con la que aprendemos que ¡no hay nada mejor en el mundo como estar con tu propia familia!