Peponman
Pepe Serrano (autor), Álvaro Ortiz (ilustrador): Peponman. Huesca: Nalvay, 2013.
Peponman cuenta las aventuras cotidianas de un niño (Pepón) que fantasea con ser superhéroe (Peponman).
Álvaro Ortiz, el ilustrador, ha realizado un buen trabajo, acompañando el texto de Pepe Serrano con unos dibujos desenfadados, verdaderamente apropiados para el tono del librito. Se permite aportar algún añadido interesante (el peluche marciano que nos mira con su único ojo en la p. 65 me cautivó) y perspectivas complementarias a la del narrador: el diálogo de buenas noches de Pepón y su mamá visto desde fuera del edificio, a través de la ventana del dormitorio (p. 66).
Peponman es divertido. No es fácil decir esto con sinceridad de un libro infantil. Los autores muchas veces tienen miedo de resultar «poco literarios» o «demasiado gamberros» si complacen el sentido del humor de los niños, un pelín irreverente, escatológico y antirracional. Hay pasajes que arrancan la carcajada, también a los adultos: si en las clases de inglés se aprende «guan, chu, zri», en natación se aprende… ¡»glu, glu, glu»! O el diálogo:
—Tío, ¿cuál es el primer animal que fotografiaste en tu vida? […] —A tu padre, cuando éramos pequeños.O el momento en que Peponman se enfrenta a una especie de King Kong albino encaramado a un rascacielos y le dice, en tono paternalista: «Venga, baja, que al final vas a romper algo».
Peponman también es ágil. Esta es otra de sus virtudes, pues está escrito con un lenguaje directo, nada presuntuoso («Está aprendiendo a nadar. Es muy fácil, sólo tiene que poner los pies así y hacer esto con los brazos»), con varios ecos de la cultura televisiva y cinematográfica («y de repente, un haz de luz enfoca a Pepón […]. ¿Será una señal? ¿Será el destino? ¿Será una luz supersónica de un superplaneta superlejano en superpeligro? No, es Mamá, que ha encendido la lámpara del techo»).
Buen trabajo, pues, también el del autor. Le recomendaríamos para el futuro que buscara argumentos menos previsibles, eso sí, y más «sueltos» imaginativamente. No deja de parecernos una actitud literaria conservadora el hecho de que todas las «aventuras» de este superhéroe son sucesos cotidianos (la comida, los deberes, ir al cole…). Un granito de fantasía fuera de la cabeza del personaje no nos hubiera parecido mal; de lo contrario, la perspectiva adulta (realista) siempre acaba por imponerse. Sería más conveniente también para la edad previsible de los lectores.
¿Qué edad es esta? Por la longitud del libro (73 paginitas) requeriría una competencia lectora media. Pero por la presumible identificación con el protagonista de 6 años y con sus acciones (deberes de sumas, aprende a nadar…) lo recomendaríamos más bien para que padres o maestros lo lean a niños de 5-6. Sin duda pasarán un buen rato.