
Mis miedos no me dan miedo
Miguel Alayrach (texto) y Mónica González (ilustraciones): Mis miedos no me dan miedo. Vila-real: Batidora ediciones, 2024, 40 pp

Hubo una vez en que mis miedos me daban mucho miedo.
Y es que, antes, mis miedos no me dejaban jugar con las flores.
Los miedos infantiles son como pequeñas semillas plantadas en el jardín de la mente. Si se riegan con atención y se cultivan con cuidado, pueden florecer en sabiduría y fortaleza. Pero si se descuidan o se arrancan de raíz, pueden convertirse en maleza que ensombrece el crecimiento. Estos temores, tan arraigados en nuestra naturaleza, son como faros que iluminan nuestras vulnerabilidades y nos guían hacia lo que necesitamos: seguridad, comprensión y un sentido de pertenencia.
Es en la infancia donde se forjan los cimientos de nuestra personalidad. Los miedos que experimentamos en esta etapa crucial moldean nuestra percepción del mundo y, en muchos casos, influyen en las decisiones que tomamos en el futuro. Ya sea el miedo a la oscuridad que nos lleva a buscar refugio en los brazos de un adulto, o el temor a lo desconocido que nos impulsa a explorar nuevos territorios, cada emoción, por pequeña que sea, deja una huella indeleble en nuestro ser.
Dependiendo de cómo el niño o la niña se sitúan frente a ese miedo, ante ese obstáculo. Según cómo afrontan y superan esta situación tan compleja y delicada en su vida. En función de cómo el adulto les acompañe, ese miedo les construirá en un sentido o en otro.

Este texto de Miguel Alayrach profundiza en ese paso desde ver sólo el obstáculo y los impedimentos en la vida de la infancia, aunque extrapolable a otras etapas de la vida, hacia construir una persona con más seguridad en sí misma y autoconocimiento. En la obra hay un claro contraste entre los impedimentos y las posibilidades, no sólo cromático, sino también a través del texto cuidadosamente seleccionado. En cada página atendemos como espectadores a un enfrentamiento entre la luz y la oscuridad, entre el no puedo y el quiero.
En el momento en el que Ella pierde su tesoro más preciado «el pincel con el que estaba pintando mi futuro» aflora un carácter poderoso que deja claro a los miedos quién es el guía en su caminar. A partir de ese momento, sus miedos se van haciendo cada vez más pequeños y el brillo y el color van conquistando los territorios de su vida. Sigue creciendo, consciente de que sus miedos van con ella pero, ahora, ya no le dan miedo.