La calavera
Jon Klassen (texto e ilustraciones), Gemma Rovira (traducción): La calavera. Barcelona: Blackie Books, 2024, 105 pp.
Los cuentos son una puerta abierta al imaginativo de los niños. Una puerta donde el pasado y el presente se encuentran. Y ahÃ, en ese espacio figurativo, pueden pasar y pasan miles de cosas, de historias y de sentimientos. Es por eso que los cuentos, gracias a ese don de libertad que poseen, son cambiantes y se adaptan al paso del tiempo y a la mirada subjetiva de cada persona que los descubre. Porque hay tantos cuentos como personas que lo viven. Porque los cuentos son para vivirlos y para compartirlos en su infinitud.
Jon Klassen nos regala su visión de un cuento tradicional tirolés llamado «La Calavera». Jon lo descubrió en una biblioteca de Alaska mientras estaba de viaje. Con el paso del tiempo quiso volver a leerlo y se dio cuenta de que la historia que estaba leyendo era diferente a la que él habÃa almacenado en su memoria. Y esa historia, la que él adaptó a través de su mirada y del paso del tiempo, es la que nos encontraremos en este cuento editado por Blackie Books en una preciosa edición en tapa dura con relieves y sobrecubierta.
La Calavera nos cuenta la historia de Otilia, una niña que huyó de su casa y corrió y corrió hasta encontrarse en un oscuro bosque. En ese oscuro bosque encontró una casa. En esa casa encontró una ventana. Y en la ventana encontró una calavera que le dijo «Hola» y le invitó a entrar. Y Otilia entró para descubrir un secreto que habÃa permanecido en silencio durante mucho tiempo.
La ambientación es absolutamente fascinante. Una historia oscura donde la única luz es arrojada por la intervención de estos dos personajes singulares. Y en esa extraña relación entre una niña perdida y una calavera parlante se descubren un sinfÃn de sÃmbolos que nos hablan de la soledad, de la amistad y de la necesidad humana de sentirse acompañado, escuchado y querido. Un diálogo sencillo, perfectamente asequible para niños desde 6 años pero que incluye pequeños regalos literarios en forma de humor irónico que harán las delicias de lectores de cualquier edad.
Las ilustraciones de Klassen te invitan a volver a ellas una y otra vez. Con una paleta muy escasa de colores y lÃneas sencillas, consigue transmitir perfectamente lo que está ocurriendo. Algunas de las ilustraciones se centran en reflejar la oscuridad y la frialdad del momento, mientras que en otras hace un bellÃsimo juego de luz; una especie de claroscuro que me ha conquistado y que me ha llevado más de una vez a volver a disfrutar con calma. Ilustraciones, estas últimas, que envuelven con calidez los momentos donde se forja la amistad entre los dos protagonistas.
Ojalá todos los que amamos los cuentos tengamos, en algún momento de nuestra vida, esa mirada adaptativa, moldeadora y respetuosa de Jon Klassen. Porque los cuentos deben permanecer pero, sobre todo, deben poder moldearse y disfrutarse desde cada una de las miradas que lo descubren. Sólo asà los cuentos podrán seguir teniendo esa transitoriedad infinita que los hace eternos. Eternamente contados. Eternamente escuchados. Eternamente libres. Como esa calavera que, en manos de la inocencia de una niña, puede encontrar su libertad en la amistad.