Tarde de invierno

Tarde de invierno

Jorge Luján (texto) y Mandana Sadat (ilustración): Tarde de invierno. Kókinos. 2007, 32 pp.

Tarde de invierno es el fruto de una maravillosa colaboración entre Jorge Luján y Mandana Sadat. Se trata de un libro con formato vertical cuya portada emula ya el vidrio empañado que enmarca toda la historia. Antes de abrirlo ya nos encontramos con un niño o niña que nos mira directamente detrás de un cristal empañado, con las manos apoyadas, como esperando a que entremos y disfrutemos de la narración.

La trama resulta aparentemente sencilla: un personaje infantil juega con un vidrio empañado y dibuja una luna que posteriormente va agrandando para que quepa la imagen de su madre; ella va acercándose a casa para fundirse ambos en un abrazo. El texto es poético y muy breve, no más de cuatro o cinco palabras en cada doble página, y logra generar un ambiente de acogida y ternura muy agradable. El uso de la primera persona («Juega mi dedo en el vidrio empañado») plantea una escena íntima a la que el lector queda invitado desde la portada, como comentábamos.

Las ilustraciones son preciosas y cargadas de simbolismo y juegos visuales. Así, se intercambian por ejemplo primeros planos del personaje infantil jugando con el cristal empañado, con la enmarcación posterior de esa imagen tan íntima en un contexto urbano bastante menos acogedor. También hay elementos que se retoman de una escena a otra, como unas ramas llenas de flores y estrellas que en las siguientes páginas dan como fruto un corazón, coincidiendo con el abrazo maternal tras el cristal. De hecho, ¿es a raíz de ese achuchón amoroso que aparece de repente un árbol en las siguiente hoja, entre todas las casas, aunque no se había visto rastro de él en las escenas urbanas que comentábamos antes?

Como ven, se trata de una obra muy cuidada, donde el texto escrito y el lenguaje visual van de la mano para construir escenas muy poéticas y con muchos hilos de los que tirar para leer la propuesta de Jorge Luján y Mandana Sadat. Recomendamos no perder de vista las guardas, que funcionan a modo de prólogo y epílogo; así como la primera y la última doble página, donde se presenta un plano general de toda la ciudad, cuya luminosidad cambia radicalmente tras el reencuentro maternofilial y el abrazo enternecedor.

Una bonita obra para disfrutar de una tierna Tarde de invierno.