El otro Pablo

El otro Pablo

Mandana SadatEl otro Pablo. Kókinos, 2008, 36 pp.

Seguimos ahondando en obras veteranas del catálogo de Kókinos y traemos hoy otra obra de Mandana Sadat, esta vez en solitario: El otro Pablo. La obra tiene un formato cuadrado y la portada presenta tanto a los personajes, Pablo y Pablo, como un anticipo del juego de colores que habrá en el interior. De hecho el nombre de la autora, el color de uno de los Pablos y las propias guardas comparten entre sí un naranja rojizo que se repetirá más veces a lo largo del álbum.

La primera doble página nos muestra al Pablo anaranjado en su casa, toda ella en blanco y negro, perfectamente ordenada y geométrica, y el texto nos comenta. Al pasar la página al personaje le llega una carta que no va dirigida a él, sino a su vecino, el otro Pablo. Resulta que estos dos personajes no se habían visto nunca, pero la misiva extraviada sirve como magnífica excusa para que ambos se encuentren.

Mandana Sadat aprovecha la riqueza del lenguaje visual para marcar la gran distancia que aparentemente separa los mundos de un Pablo y del otro Pablo. El primero es un monigote esquemático, de un naranja plano y sin texturas, y vive en una casa en blanco y negro con un montón de muebles perfectamente geométricos. Su vecino, el otro Pablo, se presenta con una ilustración mucho más detallada, con una paleta cromática variopinta y con brochazos llenos de texturas y matices para describir su casa, mucho más caótica y desordenada.

El libro nos cuenta cómo el Pablo geométrico, plano y ordenado acude a casa de su vecino, que está enfermo; le echa una mano para ordenar y organizar toda su casa y recibe a cambio un agradecimiento lleno de sentimiento y directo al corazón. La ilustración simbólica de las palabras del poeta nos recuerdan al árbol de flores, estrellas y cariño que aparecía en Tarde de invierno, quizás sea marca de la casa de la autora. En las páginas siguientes vemos cómo ambos mundos se van fundiendo. Organizan un recital de poesía en casa del Pablo geométrico, al que acuden varios personajes multicolores que contrastan con el mobiliario esquemático en blanco y negro. Además, el otro Pablo, el poeta, deja al público conmovido con bellas palabras evocadoras que no se reflejan en el texto sino en las ilustraciones que van saliendo de su boca y de su corazón.

Una bonita historia, contada sobre todo a través del lenguaje visual y los contrastes y matices que aporta al texto escrito. Las imágenes chocan un poco en una primera lectura, por las diferentes técnicas que conviven en las páginas, pero rápido se supera el extrañamiento cuando se entra a compartir los códigos propuestos por Mandana Sadat.