El hada del agua
Heena Baek: El hada del agua. Madrid: Kókinos, 2022. 38 pp.
El hada del agua es un álbum ilustrado que sorprende por las imágenes que presenta, doblemente originales para nosotros: únicas por su técnica y poco vistas al representar aspectos de la cultura coreana. La historia es sencilla: Dokyi es una niña que va con su madre a unos baños públicos, una niña a la que le gusta jugar en la piscina de agua fría a pesar de las advertencias de su madre de que va a ponerse mala… lo cual, fíjate tú, ocurre. Pero esta vez Dokyi va a contar con una ayuda mágica para curarse.
Esta historia contrapone el mundo tradicional (la antigua casa de baños del barrio) a otro mundo moderno (un spa con sauna, sala de juegos…), a favor del primero. En la casa de baños, aparte de que Dokyi puede recrearse en su imaginación con fabulaciones de fantástica nadadora o de naufragios a bordo de barcos, hay alguien especial. Parece una anciana, pero en realidad es una mítica hada, que recuerda a la leyenda coreana del hada y el leñador, la cual, evidentemente, Dokyi conoce (al igual que los lectores coreanos, no así los españoles). Esta anciana es de lo mejor del libro, con un cuerpo tan grotesco en su maquillaje como glorioso en sus formas.
No es la primera vez que Heena Baek utiliza fotografías como ilustraciones. Esta autora, ganadora del Astrid Lindgren Memorial en 2020, tiene un estilo artístico único. Elabora las imágenes con muñecos confeccionados de distintos materiales, y compone las escenas como si jugara a las casas de muñecas, con objetos en miniatura. De algún modo, recuerda a la conocidísima (y vendidísima) La casa de los ratones de Karina Schaapman (Blackie Books) en la idea de ilustrar los libros con fotografías de escenas en miniatura; si bien, si miramos a la calidad artística del resultado, a la expresividad de sus figuras o a la originalidad de sus argumentos, Baek está a otro nivel. En su web oficial dice: «quiero hablar de la magia que puede ocurrir aquí donde vivimos». Y lo hace, vaya si lo hace, no solo con su historia con elementos fantásticos, sino también dándonos con su arte una suerte de regalo mágico.
Las ediciones de esta obra no están, pensamos, bien armonizadas con el texto y las imágenes. Quien tomara la decisión (ya en la publicación coreana de 2012) de colocar las fotografías sobre la página blanca, a veces a sangre hasta el borde y otras veces con márgenes o simplemente varias de pequeño tamaño «esparcidas», no estuvo brillante. Esos tamaños irregulares de la imagen son aleatorios y no parecen corresponderse con la narrativa. Por otra parte, la tipografía más bien sosa sobre el fondo desnudo, a veces con alineación centrada, a veces a la izquierda, tampoco es la mejor decisión. El texto en la versión original ocupa un lugar más discreto y ordenado, y su tamaño es además menor, invadiendo menos el espacio de la imagen:
En conjunto, no obstante, la obra merece la pena. Conocer a Heena Baek es de las cosas que le alegran a uno el año, y los pequeños disfrutarán de esta mágica y desenfadada historia que nos sumerge en la cultura coreana y en el universo de la imaginación.