La puerta pequeña
Carlo Frabetti (autor) y Patricia Metola (ilustradora): La puerta pequeña. Madrid: Narval. 165 pp.
Este libro es un libro curioso. Narra la aventura de la niña Mini, que desea resolver el misterio de un mundo subterráneo al que ha llegado como de casualidad. El misterio resultará estar entrelazado con el misterio de su propia familia. Solo Mini, llamada así por su pequeño tamaño, puede entrar a través de la puerta minúscula que da título al libro, y explorar el extraño mundo que hay bajo la Casa de la Mandrágora. Lo que descubrirá allí hará que se tambalee su vida, pues despertará secretos que habían permanecido ocultos mucho tiempo.
Las imágenes de Patricia Metola al principio desconciertan, pero más tarde encandilan. Ha desarrollado en este libro un estilo de ilustración muy interesante, que me quiere recordar a Matisse en los trazos gruesos de las figuras, en la forma de colorear (con grises) y en las manchas con que construye los motivos florales. Me guardo entre mis ilustraciones favoritas la escena de la página 17 y el espectacular retrato de la página 114. Todo un hallazgo.
La historia la ha escrito Carlo Frabetti, un matemático venido a escritor. Como hombre de ciencia que es, nos deja pistas y claves para entender el sustrato que ha utilizado para construir su mundo. En concreto, en la página 51:
Se acercó a la estantería y, sí, allí estaban sus libros favoritos: Alicia en el País de las Maravillas, Silvia y Bruno, El mago de Oz, Los viajes de Gulliver, La mano izquierda de la oscuridad…
Claro, Lewis Carroll (también matemático) es una referencia que se plasma en la propia niña protagonista, que accede a un mundo extraño por una puerta pequeña (capítulo primero de Alicia), que se encuentra con personajes singulares, en ocasiones manteniendo diálogos con ellos que poseen una insoportable lógica, que roza el absurdo. Fíjense en el personaje de Buto (y comparen el diálogo con el del Lacayo-Pez de Alicia, capítulo 6).
—[…] Pero antes dime, por favor, ¿hacia dónde debería ir?
—Eso depende de adónde quieras llegar.
—A ninguna parte en especial.
—Para no llegar a ninguna parte, lo mejor es no moverse del sitio.
El Gran Mago Verde del capítulo 14, que resulta ser un farsante, viene inspirado por el mago de Oz, sin duda, quien (no lo olvidemos) vive en la Ciudad Esmeralda (verde). La cantidad de personajes de baja estatura proceden del modelo de liliputienses (así se les llama, de hecho, en p. 153) del libro de Swift. Y así sucesivamente.
Refríe el autor todas esas referencias para su singular historia. Durante la primera mitad se acumulan sucesos mágicos y absurdos. El contacto con el mundo subterráneo parece abrir las puertas a un mundo onírico, surrealista (el inferior del subconsciente). La aventura avanza sin más propósito que la curiosidad, de acuerdo con el modelo de la Alicia de Carroll, y toda esa parte nos gusta mucho. Es divertido, ingenioso, inesperado. Como reinterpretación del personaje de Alicia, prosigue una tradición que no solo se ha dado en la literatura, sino también en otros medios, como el cine (vean El unicornio de Louis Malle, 1975, que explota también la parte surrealista), y eso es muy interesante.
La resolución, sin estar mal, nos gusta menos. No la vamos a desvelar, pero añade elementos melodramáticos y justificaciones historicistas a lo sucedido. A quienes prefieran las explicaciones racionalistas (al autor parece que sí) les encantará. Todos los misterios se explican como una conjunción de artefactos, alteraciones psicológicas, razas huidas de la esclavitud.
Ya me dirán qué les parece.