Los rascacielos
Germano Zullo (autor), Albertine (ilustradora): Los rascacielos. Barcelona – Buenos Aires: Libros del Zorro Rojo, 2014. 40 pp.
Como bien sabrán los ricos, el lujo, la ambición y el despilfarro conducen a la desgracia. La literatura no ha hecho más que advertirles de ello desde antiguo: la Torre de Babel, el rey Midas, Ícaro, los príncipes de leyendas como la de la infancia de Buda, y tantos otros. Pero aun así Agenor-Agobar Poirier des Chapelles y Willigis Kittycly Junior se empeñan en construir cada uno su rascacielos, en la competición desenfrenada que se ilustra en las páginas de este libro.
Es un libro de formato muy vertical (35,6 x 16,6 cm), como es de esperar. Narrado por sus ilustraciones, con el texto solo se describen y nombran los personajes, no sin una fina ironía que constituye la mejor burla de las ostentosas costumbres de los protagonistas. En las imágenes se va mostrando en dos dimensiones la inverosímil y descacharrante arquitectura que los protagonistas construyen: escaleras de mano larguísimas, grúas sobre grúas, equilibrios imposibles sobre pináculos de cúpulas, ascensores flotantes sobre áticos con pistas de tenis.
Pero, mis buenos ricos, ya sabéis que la carrera de la ambición o te derrumba o te encarcela en soledad. Todos huyen de vuestro alrededor cuando prevén el derrumbamiento. Y eso es lo que acaba pasando aquí. No, no se rían los lectores, aunque el libro les tiente a hacerlo. Ya lo sabía Benedetti: «las modas pasan, los escombros quedan». Lo duradero, queridos ricos, es la ruina.
En las páginas finales los árboles nos devuelven a la escala humana, que, curiosamente, es la misma que la de los animales. Resulta que a los ricos y a los jabalíes nos une el que todos queremos comer pizza. Y el rico Willigis Kittiycly acaba envidiando al jabalí. En las ruinas de Agenor-Agobar Poirier des Chapelles también triunfaba un árbol, uno de los de su terraza, la naturaleza que se alza sobre las ambiciones humanas.
Tienen en las manos, pues, un libro de moral moderno. Lo leen ustedes y sus hijos y sus alumnos (todos pueden hacerlo), y ríen y disfrutan; pero deberían leerlo los ricos y los poderosos, y ojalá ellos no rían. Y aquí un consejo a los editores: publiquen este libro con incrustaciones de diamantes, tapas de oro, en formato gigante y a un precio mucho mayor: atraigan la curiosidad de los Agenores y Willigis, adviértanles de su caída. Los jabalíes seguiremos comiendo su comida de encargo.
Y aquí un aperitivo de las ilustraciones del libro:
¡Lean, miren y disfruten!