Los Versos del Libro Tonto

Beatriz Giménez de Ory (autora), Paloma Valdivia (ilustradora): Los versos del libro tonto. Pontevedra: Faktoría K de Libros, 2011. Premio de poesía para niños «Ciudad de Orihuela», 2010.

Los-versos-del-libro-tontoLa colección de poesía infantil de Faktoría K (sello de la editorial Kalandraka) es excelente. En muchos sentidos supera a la extinta colección Caracol de la Diputación de Málaga y a la colección Ajonjolí de la editorial Hiperión (las dos más prolíficas en nuestro país), al menos en cuanto se refiere a calidad de los materiales, formato de la edición y selección de las ilustraciones. De hecho, tal vez sea más una colección para que los adultos lean a los niños que para que los propios chavales manejen, puesto que tanto la tipografía (sobria y pequeña) como la seriedad y dignidad de la edición (el texto va aislado de la ilustración en cada página) se parecerían más a los libros de poesía adulta que a la media de las publicaciones para niños.

Giménez de Ory está demostrando ser una de las mejores voces poéticas actuales. Ganadora también del premio «Luna de Aire» del CEPLI en 2011, con Canciones de Garciniño, ha sabido acoger estilos poéticos diferentes para crear el suyo propio, sumando un poco de Lorca con puntitos de vanguardia, otro de Machado, algo de Miguel Hernández, y mucho de la poesía de tradición oral, incluyendo, claro está, el romancero. La autora es filóloga hispánica, y se nota.

Los versos del libro tonto hablan de un libro tonto que tropieza y pierde sus versos. Esos «más de trescientos versos» (guiño a la extensión mínima de los poemarios presentados a concurso) se desparraman por el aire, el mar y la tierra. Los del aire configuran una historia de cierto gallo veleta. Los del mar los encuentra la sirena Flora. Los de la tierra acaban narrando los amores de un escarabajo pelotero y una mariquita y el consecuente millar de larvas. Al final, los versos regresan al libro tonto, que, sorpresa augurada, es el que uno tiene en las manos.

Un libro así se ha de presentar por sí mismo, de modo que vayan unos ejemplos como muestra de lo que el lector podrá encontrar:

Delicadas situaciones: «La sirena Flora llora / por las esquinas del mar. / Como el mar no tiene esquinas, / no sabe dónde llorar.»

Versos muy bien ritmados, con la dificultad divertida del cabo roto: «El gallo veleta tien / medio pico y media cres»…

Geniales metáforas: «Es de noche y el agua / parece negra. / Todavía no debo / quedar dormida: / hay un ojo de buey / que me vigila.»

Además de caligramas (en el poema «Pie con bola»), acrósticos (en «Acróstico esdrújulo») y juegos de palabras por todas partes.

El único defecto (que acaso no sea más que manía personal y me equivoque) es que podría parecer un poemario conformado «ad hoc» para presentar al premio, juntando poemas escritos anteriormente (unos sobre una sirena, otros sobre insectos, otros sobre torres, veletas y campanas) y tratando de darles sentido con la fabulita del libro tonto.

En cualquier caso, eso no merma un ápice la calidad de cada uno de los poemas aislados que, como digo, es bárbara. Ojalá se cumpla el deseo de la autora: que aparezca alguien

que lea todos los versos […]

Que aprenda

de memoria

unos cuantos.

Y los repita,

y los repita,

y los repita.

Cantando.