Mi primer coche era rojo

Peter Schössow (autor e ilustrador): Mi primer coche era rojo. Barcelona: Juventud, 2010.

Mi primer coche era rojoEn contadas ocasiones la literatura infantil es capaz de reflejar la íntima cordialidad de dos hermanos, «ese berenjenal de vivir con el otro, claramente rival y posiblemente amigo», según sabias palabras de M. Carmen Díez Navarro (El piso de abajo de la escuela, p. 33). Además de algún otro título reseñado aquí, Mi primer coche era rojo cumple este requisito. Fue lo que me fascinó de él al leerlo por primera vez.

El protagonista recibe un regalo de su abuelo: un coche viejo de pedales. Debe repararlo, aprender a conducirlo, y después… ¡listo para salir a recorrer el mundo! Pero entonces aparece su hermanito, indeseado pero necesario compañero de aventuras. Como contrapunto es el personaje perfecto: observando con atención, y «enchupetado», al hermano mayor (más serio y reflexivo) mientras realiza las reparaciones, desde el parque, desde la trona, desde un corralito… encerrado hasta que es liberado, añadirá a la excursión en coche un excelente toque de humor, con su parco lenguaje. Es genial cuando, al ver esa bandada de murciélagos que les salta de frente dentro de una cueva, dice alegremente: «Pajaritos». Pero no quiero desvelar más de este aspecto. Dejen que los niños se identifiquen con los personajes, será fácil, será gratificante y tierno.

Schössow es un gran ilustrador. Pueden leer más libros suyos en la editorial Lóguez, que parece tener interés en seguir publicándole. Merece la pena leer con atención sus imágenes, salpicadas de detalles curiosos y divertidos para quien tenga ojos para ver. En este caso encontramos ejemplos muy claros de secuencias de acción dentro de una misma doble página, de forma que es como si hubiera varias escenas sucesivas en cada ilustración:

OLYMPUS DIGITAL CAMERALo peculiar de este libro es que junto al texto aparecen también señales de tráfico, acordes con el significado verbal. Así, por ejemplo, cuando los chicos están a punto de caer de un barranco y la rueda del coche de pedales resbala sobre unos cantos que caen despeñados, aparece la señal de «peligro: desprendimiento» del código de circulación. Hay momentos más sutiles y más irónicos, como la señal de «peligro: obras en la calzada» en el momento en que el protagonista está reparando el viejo coche, o la de «prohibido estacionar y parar» en el momento en que una piara de cerdos está a punto de atacarles. Esas señales desentonan un poco con el estilo de la ilustración, pero cumplen su utilidad. En ocasiones se ha presentado este libro como una herramienta atractiva para el aprendizaje de la seguridad vial, y seguramente lo sea.

De lo que no hay duda es de que es un libro de aventuras que provocará muchas risas y buenos momentos, diseñado con un ritmo vibrante, en el que a cada peligro superado le sobreviene un nuevo obstáculo. ¿Regresarán los niños sanos y salvos a casa? ¿Y el coche de pedales con ellos?