¿Sales a jugar?

Pascual, María: ¿Sales a jugar? Madrid: Narval, 2015. 40 pp.

Sales a jugar portada

La cubierta del libro ya es una invitación: llaman a tu puerta. Son unos niños, que vienen con sus mascotas y un balón. Vuelven a llamar. ¡Que salgas a jugar!, nos dicen, y el título nos lo repite como un eco. Inevitable: salimos.

El libro se sube a la ola de la estructura de catálogo, que tanto está explorando últimamente el álbum ilustrado: animalarios, repertorios de madres, de abuelas, de besos, recetarios… ¿Sales a jugar? nos propone seis secuencias de sendos juegos tradicionales diferentes: el escondite inglés, el pañuelo, el sogatira, el balón prisionero, policías y ladrones y el churro-va. Nuestros lectores más jóvenes no lo apreciarán, pero este mini-catálogo de juegos pertenece a una generación reciente. Claro: de la edad de la autora e ilustradora, tal vez la última generación que, como colectivo, jugó alguna vez en la calle. Nuestra madre o nuestro abuelo habrían escogido, entre ese «top-six», sin duda la pídola, la rayuela, las tabas o el aro. Pero eso ya puede sonarle a chino a más de uno. ¿Y por qué esos seis y no otros, nos preguntamos? ¿Por qué no la gallinita ciega, la peonza, el calienta manos, las cuatro esquinas, las canicas, los cromos, sangre, el escondite (a secas), liebre, la zapatilla por detrás, beso-atrevimiento-verdad, el rescate, las tinieblas? Caray, solo nombrar estos juegos provoca que deseemos que el libro hubiera sido más largo (¿habrá una segunda parte?). Es cierto, podrían haber sido otros. La autora no nos explica sus criterios de selección. Pero adivinamos que lo que tienen en común estos seis juegos es que son juegos de calle y son juegos que deben jugarse entre varios. Si no, no hay tutía.

Hay una treintena de magníficas ilustraciones en el libro. La técnica destaca por la originalidad del soporte: tabla, de la que se respeta el veteado en las zonas sin cubrir. (Cuando se dispone en vertical podría parecer lluvia, pero no se aprovecha esa posibilidad.) Sobre la tabla se elabora el collage, el dibujo con lápiz y el gouache. Además de telas, hilos, partituras y papeles, encontramos en el collage recortes de poemas y textos escolares antiguos; muy adecuado. Los niños disfrutarán mucho leyendo estas imágenes y sus detalles, pues representan normalmente varias escenas paralelas, como las del niño que se saca mocos o las progresiones del perro y el gato. Las personalidades de los niños que aparecen como personajes a lo largo del libro han sido muy pensadas; digamos que mantienen una coherencia psicológica que es divertido ir conociendo página a página: cómo compiten y se retan, cómo se frustran, se alegran, se hacen trampa. Una pega (por ponerla) a la lectura de la imagen se encuentra en la alternancia entre ilustración a doble página e ilustración a página simple. En este último caso, al yuxtaponerse las páginas par e impar sin solución de continuidad, los niños que aún están alfabetizándose en la lectura de ilustraciones encuentran dificultad en entender que no es la misma escena, sino una secuencia.

En cuanto a los textos, no esperen encontrar las reglas de cada juego. Todos las conocemos ya. No son, pues, palabras dirigidas a los niños, sino a los adultos que leen el libro con ellos. Se trata, de nuevo, de una invitación, una llamada a revivir emocionalmente el juego callejero. Se dan trucos para ganar, se reflexiona sobre lo que se siente mientras se está jugando, se recrean las posibilidades de diversión. Por ejemplo, en el sogatira:

Algo muy, muy divertido es ponerte de acuerdo con tu equipo y, a la de tres, soltar la cuerda de golpe para ver un tremendo culetazo en cadena del equipo contrario. Seguramente no está permitido, pero a veces la risa está por encima de las reglas.

Todo se lo debemos a María Pascual. Ojo: María Pascual «la nueva», no «la primera» María Pascual, aquella ilustradora de cuentos e historietas, esa de los personajes que parecían figuritas de un belén, con sus cabezas redondas, caras de niños, narices menudas y respingonas, cuerpos esbeltísimos y cabelleras que quitaban el sueño. Esta nueva María Pascual (de la Torre) tiene ya una trayectoria asentada como ilustradora, y es profesora del máster de álbum infantil ilustrado, de i con i.

Sin duda escribir, ilustrar o publicar un libro así supone un posicionamiento ideológico, un manifiesto. Se está tomando partido por la recuperación de los espacios para los niños, por su independencia y autonomía (¡si no hubiera tanto coche!), contra la reducción de su entorno a un habitáculo cerrado (¡si no hubiera tanta pantalla!), contra la soledad del individualismo. Nadie expresó mejor, creo, esta situación a la que se ve abocada la infancia, que Ana Pelegrín: «Civiles-niños, privados de adueñarse de espacios abiertos, perdida la conexión con la fuerza elemental de la naturaleza, sin lugares para explorar, sin tierra ni enseñanzas trasmisoras de una específica cultura infantil, recreada con otros niños» (Cada cual atienda su juego, pp. 17-18).

Si ha sentido que estas palabras de la cita le han recordado que otra infancia es posible, este libro es para usted.