Irma Sirena
Antonio Tabucchi (autor), Gabriella Giandelli (ilustradora): Irma Sirena. Barcelona: Libros del Zorro Rojo, 2015. 24 pp.
Este libro infantil es insólito, tan out of the mainstream como la mayor parte del catálogo de Libros del Zorro Rojo. Es el relato conciso de un acontecimiento clave en las infancias de todos nosotros: ese episodio en que nace por primera vez la fascinación por alguien que sabemos que solo va a pasar brevemente por nuestra vida, tal vez unos días del verano: un niño extranjero que está con su familia de turismo, o una niña que llega unos días al cámping, o que visita a tu familia porque sus padres son amigos de los tuyos… Ese episodio que luego recordaremos como nuestro primer amor, pasajero, casi tan imaginado como desaprovechado.
En el relato de Tabucchi es una niña sirena, recluida en su carromato como atracción de un circo itinerante. Se fascinan por ella (tal vez se enamoriscan) dos niños. Uno de ellos es el narrador, cronista o testigo externo que, desde su perspectiva como espectador de los hechos nos aporta una enorme sensación de verosimilitud. A ello contribuyen también un buen número de detalles realistas aparentemente intrascendentes, como la poliomelitis del otro personaje, Natalino, la revista El Aventurero, o la canción Chiribiribín (aquí una versión por Mario Lanza), silbada mientras se monta en bicicleta.
Tabucchi nos habla de la imaginación de los niños en este cuento de hace 35 años. En otros cuentos suyos también trató el tema de las realidades imaginativas de los niños, creadas en paralelo del mundo adulto, al que se observa con distancia y deseo. Los niños alimentan su imaginación con lecturas que Tabucchi siempre menciona: en este caso, aventuras de Mandrake el mago y Flash Gordon, citadas al principio del relato. Son lecturas que alimentan el deseo de vivir aventuras, en esos momentos de calma semiaburrida después del colegio. Ahí es donde se abre la puerta del juego y del universo creativo infantil. Natalino y el narrador se sienten fascinados por esa niña del carromato que debe hacer de sirena en el circo y van a verla. Se cuelan en el circo. Ella se hace su amiga, les cuenta sus secretos en su propio cuarto.
En este punto es preciso retomar una cita del propio Tabucchi sobre la infancia en la literatura:
«Yo creo que, desde un punto de vista literario, la infancia como tema es interesante sólo si se trata de una infancia “perversa”, y ese es el sesgo que creo haberle dado siempre. Otras posibilidades de considerarla, como la infancia como paraíso perdido, por ejemplo, no me interesan y no me he ocupado de ellas. Concibo, pues, esta infancia a la que denomino perversa, entre comillas, como una infancia que espía el mundo de los adultos intentando imitarlo sin entenderlo» (C. Gumpert: Conversaciones con Antonio Tabucchi, Anagrama, 1995, p. 43).
Quizá esto explica mucho de lo que encontramos en el álbum Irma Sirena. Las pasiones y pulsiones de la infancia no deberían ser escamoteadas, como sucede en gran parte de los libros para niños. ¿Por qué no va a poder encontrarlas allí el niño, y reconocerlas, y darles respuesta o al menos contemplarlas?
La sirena le pedirá algo especial a Natalino. Aquí el relato se convierte en un espejo invertido de La sirenita de Andersen. Sugerente, poético, inquietante. Ideal para la edad del primer amor.
Las ilustraciones con grafito de Giandelli recrean muy bien los espacios callejeros de Italia: ¡esa plaza de las pp. 6-7 transporta a un ambiente como el de Cinema Paradiso! Ilustraciones con contrastes de colores fuertes, rojo-verde, morado-amarillo… Y llenas de animales callejeros; tal vez enfatizando que la vida es callejera, que Natalino y el narrador no podrían haber vivido lo que vivieron si no hubieran sido también, un poco ellos, animales callejeros, o sea niños.