Sorpresa cuatro estaciones

Daniel Nesquens (autor), Emilio Urberuaga (ilustrador): Sorpresa cuatro estaciones. Huesca: Nalvay, 2015. 97 pp.

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El binomio Nesquens – Urberuaga publica un nuevo libro. Siempre es interesante leer un texto de un autor consagrado y unas ilustraciones de un dibujante que ha sido Premio Nacional. Las palabras de Nesquens relatan el suceso divertido e insólito que le ocurrió a la familia de Alonso durante el fin de semana, y Urberuaga pone en imágenes alguna de las instantáneas más graciosas, con su trazo suelto, impreciso, vivo, expresivo, al estilo de un Quentin Blake o un Sempé.

La historia se va deshilvanando con demora, sin prisa. Se nos presenta a Alonso, un niño de 10 años, luego a su familia, y poco a poco van sucediendo las cosas lentamente. La familia tiene que hacer algo muy sencillo, al parecer: conseguir comer con el abuelo en casa un sábado. ¿Fácil, no? Pues no: una serie de imprevistos van a complicar el asunto…

Aunque las situaciones empiezan a volverse alocadas, el propio discurso del narrador se mantendrá moroso, deleitándose extremadamente en los detalles:

Cuando sonó el teléfono, mi madre troceaba un manojo de puerros para un pastel de puerros (mi plato favorito), mi hermana realizaba un collage para un trabajo escolar y yo acababa de meterme en la cama con la idea de recuperarme rápidamente de mi dolor de garganta. Mamá dejó el cuchillo sobre la encimera de la cocina, se limpió las manos con un paño de cocina y acudió a ver quién era (p. 22).

Los niños que escuchaban la lectura del libro me dijeron en este punto: «¡Este libro da muchísimos datos!». No les faltaba razón. Se entiende que es un experimento deliberado de Nesquens. Es él un autor con tendencia a la digresión como mecanismo para hallar el humor, como queda patente en esta entrevista.  Uno de sus mayores placeres en su escritura creemos que consiste en ensartar una broma con otra hiladas por el pretexto de un argumento débil. Alguno de los hallazgos cómicos merece la pena, como aquella escena e ilustración en que el papá es asemejado a caperucita roja y la mamá al lobo, o las de la zapatilla voladora que aterriza en la olla de los macarrones.

Sigue pues Nalvay, desde Aragón, ampliando su catálogo infantil y juvenil seis años después de su nacimiento.