Marie-Aude Murail; Un asesino en el instituto. Algar Editorial. 2015. 151 págs.

Nils Hazard es un cínico y perspicaz profesor de etruscología en la Sorbona. Su enorme capacidad para calar a la gente en poco tiempo es su mejor herramienta para resolver los misterios que le proponen. Aunque siempre tiene un comentario ácido o mordaz preparado, Catherine, su compañera, secretaria y ayudante en las pesquisas, sirve de perfecto contrapunto a la personalidad de Hazard, puesto que, de lo contrario, caería en continuos prejuicios arrastrado por cierta suficiencia que adolece. De hecho, después de leer la novela, resulta evidente que el tal Nils, sin Catherine, nunca dejaría de ser más que un profesor universitario con una mente despierta.

Un asesino en el instituto es una novela ágil, de ritmo trepidante y agradable de leer. La típica historia policíaca que engancha al lector y no lo suelta hasta que termina, con un giro final inesperado que nos deja boquiabiertos.

En esta segunda entrega de Los casos de Nils Hazard, el detective aficionado y experto conocedor de la civilzación etrusca, recala en un instituto de una zona pequeña y deprimida de Francia, a unas tres horas de París. Allí, tiene que lidiar con varios cursos de adolescentes sin futuro, huérfanos y desheredados de toda clase; cabezas aparentemente huecas que el profesor Hazard logra llenar con solo un par de historias sobre los egipcios y un poco de atención a los problemas de sufren.

Lastrado por un claustro de profesores poco menos que lamentable, con la desagradable Zagulon al frente y un director desequilibrado, el detective se enfrenta de incógnito a la misteriosa aparición de unos exámenes corregidos con sangre, un profesor inmerso en una llamativa baja y una serie de extraños sucesos sin explicación aparente.

Después de lograr acceder al impenetrable mundo de un grupo de jóvenes sin futuro, Nils Hazard les hará ver que sí vale la pena luchar por prosperar, que la vida, también su vida, merece la pena ser vivida.