Entrevista a Daniel Piqueras Fisk

Entrevistamos a Daniel Piqueras Fisk, dibujante que está cautivando año a año a un público cada vez más extenso. Ha publicado cuatro libros con la editorial Narval: Glup, Homo e Ío (suyos) y Los días pequeños (en que pone imágenes a palabras de Pep Bruno). Nos reunimos en Madrid, él toma un descafeinado, y nosotros pedimos un bitter que no nos traen, así que nos conformamos con un sucedáneo cualquiera. Hablamos de sus comienzos y de sus expectativas, de su estilo tan identificable, del sentido de sus obras y de las interpretaciones del público. Se nos van un par de horas entre reflexiones divertidas, lúcidos comentarios, y algunas risas. En un momento dado, contraataca a nuestras preguntas sacando un cuaderno y mostrándonos cómo dibujaría a un ornitorrinco: lección magistral. Nos rendimos sacando nuestros ejemplares de sus libros para que nos los dedique.

Lean aquí lo que nos contó.

P. En estos momentos en que parece que el mundo editorial está dando bastante cancha a los ilustradores, y hay mucho ilustrador nuevo, géneros nuevos con imágenes… podría parecer que es fácil entrar en él. ¿A ti te ha costado?

DPF. A mí me ha costado. Es difícil. Te vas paseando por lugares con tus muestras pensando que alguien te va a descubrir, que vas a ser “la gran sensación”, y te van dando negativas. Eso, claro, o acaba contigo o te hace evolucionar, vas mejorando tu dibujo… hasta que das con una editorial que apuesta por ti. Creo que en esas primeras intentonas se quedan la mayoría, frustrados porque piensan que no valen.

Mi estilo es un poco particular: sin texto, con un tipo de ilustración que no se ajusta a lo que muchas editoriales quieren (dibujo grande, texto grande y escaso que mueva a los hijos a leer, no a imaginar). Hasta que no se ha atrevido Narval nadie más lo ha hecho. Les estoy muy agradecido.

Eso no quita que quizá ahora dibujo y narro bien, mejor que antes, aunque estuviera convencido de ello en su momento. Hay que tener paciencia y no creer que el resto está equivocado o no tiene sensibilidad… puede que no estés maduro o no lo hagas bien.

P. En una presentación de un libro tuyo aludiste a la casualidad en el hecho de publicar tu primer libro. Cuéntanos cómo entraste…

DPF. Las editoriales están saturadas de manuscritos, y yo iba de puerta en puerta, de mail en mail. Fui a la Feria del Libro [de Madrid] con unos libros que me había autoimpreso, y justo cuando me iba yendo, en una caseta al final, la de Narval, veo a Mercedes [la editora] con una niña, y me digo “venga, a ver si suena la flauta”. Y le entregué un impreso a la niña. Se lo escondió en su habitación, no quería enseñárselo a la madre ni a nadie, la madre se lo pedía, je, je… y les gustó. Pero ya me iba y estaba dispuesto a meter Glup en un cajón.

P. Y desde entonces has publicado ya tres libros como autor. ¿Qué tal han funcionado?

DPF. Sí y están funcionado muy bien. Glup ya va por la segunda edición, y el de Homo está agotado. Además, acaba de ser reconocido por el OEPLI, dentro de los cien libros recomendados de 2017. Ío también va muy bien, sobre todo en Cataluña, aunque aún hay poco datos.

P. ¿Ah, sí?

DPF. Sí, allí en Cataluña me dieron un premio por Glup, y estoy teniendo muy buena acogida.

P. Daniel, tú eres dibujante, pero se nota que también piensas mucho tus historias, que eres consciente de las distintas interpretaciones. ¿Qué te gusta más: inventar historias o dibujarlas?

DPF. Me vuelco en una historia cuando me las imagino y no puedo evitar trasladarlo a dibujos. Si me paso varios días pensando en ella o no me la puedo quitar de la cabeza… la dibujo; si no, la descarto. Hasta el momento he dibujado historias fantásticas, incluyendo Homo, aunque éste tiene su base científica real.

P. ¿Y en el último libro que has publicado con Pep Bruno [Los días pequeños, también en la editorial Narval], en el que pones imágenes al texto de otro autor? ¿Qué tal?

DPF. Ha sido raro, porque es la primera vez que lo hago, y además no conocía a Pep Bruno, no nos habíamos visto previamente. Pero bien, hasta que he conseguido que no me determine el peso de las expectativas que tendrá el autor, qué espera de mí. Sentirme libre manteniéndo fiel mi estilo es la solución. Pensar que si el autor me ha buscado es porque quiere mis dibujos, pues nada, mis dibujos.

P. ¿Y dónde inscribirías tu estilo? ¿Cómo definirías lo que tú haces?

DPF. Creo que tengo mi estilo, donde la expresión, el movimiento y las sensaciones son más importantes que el detalle. Mis libros se ven, no se leen. Trato la historia como una película, una peli de acción. Procuro prescindir del lápiz al máximo, solo para marcar algunas referencia del dibujo. Perder el miedo a equivocarme me ha permitido dar un salto técnico hacia un estilo fresco y “desgarbado”, como leí en alguna reseña.

P. Cuéntanos más…

DPF. Hay una carencia: para los niños de 9 a 12 o 13 años no hay mucho cómic específico para ellos, o quizá sería más acertado decir que no hay mucho álbum gráfico para su edad. Sí hay narrativa con ilustraciones, pero no hay mucho más o lo desconozco. Los padres ya no muestran el mismo interés por que sus hijos sigan leyendo como se hace en las etapas previas donde los padres son activos comprándoles libros. Entre los 6 años hasta los 13-14 encajo bien aunque también para adultos, que con la excusa de comprarle un libro a su hijo o hija, disfruta con mis aventuras. A los padres les puede llegar un mensaje más profundo (por ejemplo en Glup pueden ver el paso del tiempo, búsquedas en su propia vida, recuerdos de la infancia…). Pretendo que diferentes lectores puedan entender cosas distintas e interpreten la historia dentro de su contexto personal. No es nada científico, tiene su explicación: cuantas menos cosas des a un lector más pone de sí mismo en la historia, más proyecta. Eso ocurre, por ejemplo, con el cine mudo, los actores tienen la voz que tú les pones y, generalmente, cuando escuchas su voz real suele desilusionarte… no era como imaginabas. Creo que aplico una norma general: crea una historia bonita, bien desarrollada, quítale las palabras, y el lector hará el resto.

P. ¿Y cómo te inspiras?

DPF. Mi proceso de pensamiento es vía libre, en cualquier lugar y en cualquier momento. Cuando se me mete una idea en la cabeza no deja de rondarme, de acompañarme todo el tiempo hasta que el libro está terminado y se manda a imprenta. No deja de ser un asunto un poco obsesivo… pero es así y creo que se refleja en lo que hago y lo que cuento. Glup han sido tres años e Ío dos… no dibujando constantemente, pero maduras la historia y maduras el dibujo. Lo corriges y lo cambias y lo vuelves a madurar. Para colmo en todo ese tiempo ha cambiado (“mejorado”) tu estilo, así que te da por rehacerlo todo. Es un grandísimo lugar de trabajo la cama, para darle vueltas a todo. En silencio, a oscuras, en lo negro, donde se empiezan a dibujar las ideas. Me dan las tres o las cuatro de la mañana y las ojeras con las que me levanto dan fe de ello. Las ideas que recuerdes serán las buenas; algunas las apunto y otras no. Cada vez apunto menos aplicando la máxima que escuché un día a un día un escritor: “si una idea no se recuerda al día siguiente, es porque no era suficientemente buena”.

P. ¿Cómo te imaginas al Daniel Piqueras Fisk de dentro de 20 años? ¿Qué obra habrá hecho?

DPF. No sé dónde acabaré, pero seguro que me gustaría pertenecer a esa pequeñísima minoría que vive bien solo dibujando, haciendo lo que hago. Difícil pero no imposible. Me gustaría llevar al papel muchas historias, épicas como la vuelta al mundo de Magallanes. O una gran expedición de montaña, como la invernal de Álex Chicón en el Everest . O el viaje de Malaespina… Los grandes viajes me encantan. Esas experiencias de soledad, de angustia, de la falta de higiene dentro de las tiendas, el frío, el hambre, la gesta… quiero llevarlo, sin palabras, a un cómic. Al quitar las palabras, la psicología propia entra muchísimo en acción. Y más en experiencias tan extremas; sin amargura, siempre desde un lado irónico y algo surrealista.

P. Eso de que no te sale la amargura se capta en tus obras: se nota que eres un vitalista. Yo no sé si hay alguna relación entre eso y los personajes desnudos que salen en tus obras, de un modo u otro. ¿Pretendes transmitir algún mensaje con ellos?

DPF. No hay intención consciente. Pero tiene su lógica, porque encaja en las historias: en la tribu [de Homo] no había pudores, ¿por qué voy a poner un taparrabos o unas pieles? Y en la playa [de Glup], porque hay una playa. El naúfrago en Ío también… No es consciente pero ahora que veo es muy habitual en mis historias, quizá me lo tenga que hacer mirar. Y sí, soy vitalista, ¡como para no serlo haciendo lo que hago!

P. ¿Cuál es tu personaje favorito?

DPF. Yo iría más a dibujos que a personajes. Aunque parezca caótico, soy muy perfeccionista. Todas las viñetas que aparecen en el libro, todas, me tienen que convencer. Si no, las quito. En conjunto, mi libro favorito… es Glup. Y la persecución del comienzo de Homo, igual que la persecución en Ío, en la que escapan de un planeta. Me quedo con esos tres momentos. Glup es el libro con el que más me he emocionado. Una cosa mala es que cuando vas haciendo más libros, esa emoción la vas perdiendo, no te emocionas tanto con tus historias. Con Ío, aunque me lo he pasado muy bien, no tengo esos momentos gloriosos, de llorar, o ver una viñeta y decir “qué buena”.

P. ¿Crees que va a ir a menos esa emoción que sientes al dibujar?

DPF. Esa emoción a lo mejor se podría comparar a la de cualquier artista que hace algo “digno” por primera vez y se da cuenta, como la de un músico que compone su primer gran éxito, la emoción que sale de su primer concierto… eso se me va pasando, mejor dicho, calmando. Supongo que será lo normal, tampoco lucho contra ello porque tiene otras cosas buenas, como que cada vez dibujas mejor.

P. ¿Cuáles son tus ilustradores o dibujantes favoritos o de referencia?

DPF. Tengo un problema, si es que lo es. No he sido un gran lector, menos lector de cómics o libro infantil (más ahora que tengo hijos). Toda la vida me he encontrado con la misma pregunta: “ahora tengo tiempo, ¿leo o dibujo?”… y siempre terminaba dibujando. Máximo Mortadelo y Filemón por mi abuelo, Mafalda, o Calvin y Hobbes (que me parece genial). Y ahora en los últimos años me he visto identificado con el dibujo de Guy Delisle (Pyongyang, Crónicas de Jerusalén…). También me gusta mucho el estilo de María Pascual [la actual, no la fallecida en 2011]. Me gustaría que hiciera historias más largas, para un público menos infantil…

P. Todo te va muy bien, entonces. ¿Hay algo mejorable en la vida de dibujante?

DPF. Mejorable, mucho. Pero es lo de siempre y un poco aburrido hacer referencia a las malas condiciones económicas, las dificultades que se encuentra todo el que quiera desarrollar algo artístico y esta sociedad con tan poco interés por la cultura y tanto por el consumo rápido. No masticamos, tragamos sin saber qué.

Por otro lado en este mundillo el dibujante-ilustrador-escritor está mal acostumbrado, el halago es fácil, incluso cuando algo no gusta. Entiendo que al ser trabajos tan personales el lector u otro colega de profesión se cuida mucho de no ofender al “artista”, que generalmente se siente dolido por una mala crítica. Pero no es bueno, está bien el tacto pero no el piropo fácil, mejor no decir nada, si se puede. No es un tema fácil. Quizá porque yo vengo del diseño gráfico, donde el cliente te critica sin piedad, me tomo las críticas como algo constructivo y cojo aquello que aporta. Los niños son muy sinceros, tanto que siempre les dejo leer mis historias antes de publicarlas. Dicen esto está mal, esto no pega, no lo entiendo, te has equivocado, yo haría… Los adultos, en cambio, tienden al halago. Pero lo entiendo.

(Entrevista de Ignacio Ceballos. Los dibujos aquí mostrados son originales de Daniel Piqueras Fisk.)