El granjero y el veterinario

Pim Lammers, Milja Praagman. El granjero y el veterinario. A Coruña: Hércules de Ediciones, 2019, 27 pps.

En la granja las cosas están yendo de mal en peor. El granjero está perdiendo la cabeza y últimamente hace todo al revés: ha ido a buscar huevos en la pocilga de los cerdos, ha intentado esquilar a la vaca y ahora pretende ordeñar a las gallinas. ¡Esto no puede seguir así! Los animales están desconcertados y muy preocupados. Temen que el granjero pueda estar enfermo, y deciden tomar cartas en el asunto para tratar de averiguar por qué éste anda todo el día con la cabeza en las nubes. Pero pronto se dan cuenta de que el granjero no padece ninguna enfermedad. Lo que le sucede es algo mucho más bonito y en lo que, tal vez, el veterinario pueda ayudar a poner algo de luz.

Hoy os vamos a hablar de un libro que ha aterrizado en nuestra mesa y que estábamos esperando con muchas ganas. Se trata de El granjero y el veterinario, la nueva obra de dos autores que ya se han dejado caer por Literatil: los holandeses Pim Lammers y Milja Praagman.En esta nueva publicación de la editorial Hércules de Ediciones, volvemos a encontrar las señas de identidad de este tándem literario que ya nos conquistó con sus libros anteriores, Porque te quiero mucho y El cordero que es un cerdito (dos volúmenes cuyas reseñas podéis encontrar en nuestra web).

Lammers y Praagman son dos autores de literatura infantil comprometidos con la diversidad y la identidad sexual y de género. En su obra anterior, El cordero que es un cerdito, abordaban el tema de la transexualidad con grandes dosis de humor y ternura. En esta ocasión, se repite la fórmula: Lammers escribe y Praagman ilustra, ofreciéndonos otra lección brillante sobre respeto y diversidad sexual.

Lammers mantiene su estilo narrativo claro, sencillo y directo. Se trata de un relato relativamente corto, con veintisiete páginas, en las que aparecen no más de seis o siete líneas de texto por cada una de ellas. Una lectura fácil y ligera, con un ritmo narrativo rápido. La acción arranca desde el primer momento, y se mantiene sin decaer hasta el final. Al terminar cada página, sentimos el impulso de pasar a la página siguiente, para seguir avanzando sin pausa en la lectura. En ese momento, entra en escena la ilustración, llena de color y expresividad. Se extiende ocupando por completo cada una de las páginas y nos hace bajar el ritmo, para poder disfrutarla.  Una contradicción de tempos que se repite en cada página, y que proyecta una sensación de un equilibrio perfecto.

Con respecto a la ilustración, cabe destacar también su gran expresividad. Con trazos muy sencillos, podríamos decir casi infantiles, la autora es capaz de reflejar las emociones y sentimientos de los protagonistas con una claridad asombrosa. Al granjero le estan sucediendo cosas por dentro, y gracias a las ilustraciones podemos percibirlas con nitidez, casi sentirlas nosotros mismos.

A través de esas emociones, somos capaces de ponernos en su lugar y entender cómo se siente, sin que sea necesario pasar a valorar nada más. Porque precisamente esto es lo que nos enseñan las historias de Lammers: a respetar a los demás y a no juzgarlos por ser como son, o por sentir lo que sienten; en definitiva, a quitarnos el miedo para abrazar sin tapujos la diversidad.

Además, en esta nueva historia los autores dan un paso más allá en el trato a la diversidad y la libertad sexual del ser humano. En el anterior volumen, los protagonistas de la historia eran animales.  Ahora, los protagonistas ya no son animales, sino personas que sienten y aman a otras personas. Esto es un factor importante para el entendimiento del niño, ya que le permite realizar una transferencia aún más natural entre esta historia y el mundo que le rodea, favoreciendo la transmisión de valores de aceptación y respeto a la diversidad.

Después de leer El granjero y el veterinario, podemos deciros sin duda que es una historia para disfrutar y, principalmente, para emocionarse. Pero también para coger carrerilla y saltar sin miedo por encima de barreras y prejuicios, reconociendo la libertad de cada uno a amar libremente, sin tener que avergonzarse por ello.