Los días pequeños

Pep Bruno: Los días pequeños. Ilust.: Daniel Piqueras Fisk. Madrid: Narval, 2018. 98 pp.

Qué ganas de reseñar este libro de Pep Bruno, a quien conocerán ustedes en su faceta de narrador oral. Como cuentista desarrolla una labor impresionante; familias: consulten su web, vean su actividad en la asociación Aeda,  follow him on Twitter.

Este es un libro que nos gustó por varias cosas, y una de ellas es porque está construido como un collar de cuentas digo de cuentos, que conjuntamente conforman un relato coral: el relato de la vida austera y feliz de un pueblo encantador. Un pueblo del que el autor dice: «Este es el pueblo. Pequeño.», y no sabemos si «Pequeño» es el nombre propio del pueblo o su calificativo, con esa mayúscula tan oportuna tras el punto. No sería mal nombre.

Imaginamos al autor cocinando el primer cuento, como él mismo nos narra en un epílogo sabroso, a partir de un error ortográfico en un personaje: el hombre correo. Primero los personajes, y luego sus historias. Así parecen haber surgido los capítulos de Juan Tarambana, Pedro Campana, la Tía Gabriela y los demás, que se van entrelazando en el libro. No se pudo resistir el autor a reflejar en un capítulo dentro del libro lo que fue y es la narración de un cuento: el abuelo Lucio cuenta a Ramón y Ramona, matrimonio y concejales, una anécdota, una «historia de vida», que bien puede funcionar de forma autónoma; aún veo a Ramón y Ramona «sentados uno al lado del otro, muy pegados», escuchando.

El estilo de las historias es manso, de prosa castellana un poco como Delibes, sin serlo. A veces la austeridad de acciones se compensa con giros inesperados como el del romance de Pedro Campana, que alegran la lectura. Nuestra favorita, si hay que elegir, es la del niño Antón y el ciruelo, con un final de Pulgarcito subvertido en escatológico que no les dejará indiferentes.

Hay que resaltar las vivísimas y alegres ilustraciones de Piqueras Fisk, de estilo cómic y capaces de todo movimiento.

Desde que lo leí, cuando he querido hablar de Los días pequeños, con mi mala cabeza me salía llamarlo *Los días tranquilos, o *Los días felices. En mi memoria emocional de la lectura no hay diferencia entre un título u otro. Los días pequeños muestra esa vida bucólica y plácida del recuerdo de la infancia que aún resiste en cada uno de nosotros.

Â