La pastelería
Ricardo Gómez (autor), Tesa González (ilustradora). La pastelería. Edelvives, 2017, 56 pp.
La pastelería es un libro que invita al deleite por su tamaño y por sus maravillosas ilustraciones. Sus páginas de 31×24 cm no dejan al lector indiferente y le invitan a meterse de cabeza en la trama. Las ilustraciones combinan distintas técnicas, entremezclando texturas para representar espacios, personajes y elementos con mucha soltura. Podríamos decir que cada página presenta su propio lenguaje visual, sus códigos. Personajes que aparecen representados como figuras sólidas, simples contornos, se convierten al pasar la hoja en figuras llenas de detalles o muñecos dibujados con simples trazos, con un toque infantil. Los fondos de página tampoco escapan a esta variedad de significados: lisos, ilustrados, con varios niveles de profundidad y perspectiva o difuminadas sombras en la lejanía… ¡hasta una hoja de cuaderno como telón de fondo!
El buen trabajo de la ilustradora para evocar un ambiente de expectación, de fantasía, de creatividad, queda plasmado en el cuidado uso que ha hecho de las técnicas y recursos visuales a su disposición. El lector, lejos de perderse con tanta diversidad en las ilustraciones, entra de cabeza en un mundo abierto a cualquier posible desenlace. Y para rematar, Tesa González nos deleita con impactantes dobles páginas que aprovechan el gran formato del libro para abrir los ojos del lector de par en par. Y es que, cuando una simple doble página (ay dios mío, ¿“simple” he dicho?) podría ella sola dar pie a todo un juego de imaginación y creación de historias, significa que vamos por buen camino.
La pastelería es un libro que abre el apetito y nos cuenta cómo un reputado pastelero, el señor Kuchen, decide instalarse en una pequeña casa abandonada y destartalada al final de la calle Strasse. Una servidora no puede evitar sonreír al ver el parecido entre La pastelería y La librería de Isabel Coixet (¡todo el mundo a la biblioteca y después al cine!).
Las primeras páginas son pura apología del azúcar. Todos los vecinos, niños y mayores, comienzan a fantasear con las dulces delicias que saldrán de la nueva pastelería. Sin embargo, parece que el señor Kuchen tiene otros planes: pasa las horas escribiendo en su cuaderno, pero no cocina un solo pastelillo. Una noche, algo terrible e inexplicable sucede y el prestigioso pastelero abandona el pueblo. Por suerte, decide dejar su pequeño legado entre los más jóvenes de la zona y les regala el cuaderno en el que tantas horas había pasado escribiendo. Un canto a la fantasía, a la imaginación y al poder de la literatura. Un aplauso a la paciencia y a la comprensión, tan profusa en los niños y tan escasa en los no niños. Un «ole» al señor Kuchen, que habiéndolo perdido todo, sabe valorar lo que realmente importa y apuesta por el futuro: los jóvenes lectores.
En definitiva, un álbum muy recomendable, con unas ilustraciones maravillosas y una historia con potencia para enganchar al lector y dejarle con muy buen sabor de boca.