Ready Player One

Ready Player One

Ernest Cline: Ready player one. S.A. EDICIONES B, 2011.

 

Quizá sea la primera vez que he leído un libro tras haber visto la película del mismo título. Aunque, como suele ocurrir, el libro alberga muchas más historias que la película, sin duda, ésta fue el punto de inflexión que provocó que por fin leyera esta aventura que ocupaba mi librería desde hacía tiempo. Para que veáis que los caminos de la motivación lectora son inescrutables.

La historia que hoy nos ocupa nos sitúa en un mundo casi post-apocalíptico donde las máquinas virtuales están más vivas que los propios seres humanos, donde la vida se desarrolla en una plataforma denominada OASIS. Si en principio esto no os atrapa precisamente por ese carácter tecnológico, sin duda lo hará por la continua y extendida en todas direcciones cultura pop vintage, de los 80, dedicada especialmente al mundo de los videojuegos y juegos de rol.

Dado ese toque nostálgico no me queda más remedio que decir que he quedado prendada de la lectura. Si bien en la película han actualizado la temática aprovechando los últimos lanzamientos en el sector de los videojuegos, la realidad es que la lectura está totalmente basada en ese estilo retro que tanto nos apasiona a muchos, porque hemos crecido con ello.

Narrado en primera persona, su protagonista Wade es un adolescente reservado, con una trágica historia familiar que intenta sobrevivir en este mundo encerrándose en sí mismo y en el juego de OASIS. Allí, como casi todos los habitantes del planeta, puede ser lo que quiera, tener el aspecto que quiera, progresar en la vida, disfrutar de todos sus hobbies e incluso, algunos, trabajar. ¡En este escenario la banda ancha lo es todo! Si no puedes conectarte no existes, y me atrevería a decir, ¡no vives!

¿Veis hacia dónde quiero llegar?

Como lectura es fantástica, no solo porque está plagada de aventuras y acción sino porque  también contiene elementos reconocibles por muchos de nosotros que nos dejan muy buen sabor de boca (incluso estoy buscando emuladores para recordar viejos videojuegos de consolas antiguas, por no hablar de las películas míticas de la época).

Es una lectura ágil, de esas que te mantienen sentado esperando ver qué sucede, que tiene un formato de juego continuo, con niveles que superar y recompensas que alcanzar y en donde en la trama principal subyace una historia romántica que sirve de colofón.

Con esta lectura podremos trabajar contenidos variados, desde la identidad digital y la analógica, hasta la manera que la tecnología invade nuestras vidas. Aceptar el hecho de que la inmersión es tan grande que nuestros adolescentes y niños deben aprender a gestionar y diferenciar realidad de virtualidad.

Desde luego da para debate en el aula.