Los días raros
Roger Ycaza (ilustrador) y María Fernanda Heredia (autora): Los días raros. México: Fondo de Cultura Económica, 2015.
“Hay días raros. Se disfrazan de días normales, pero no lo son”. Hoy es un día gris, raro… Uno de esos días que te levantas y parece que algo ha cambiado. No te sientes tú mismo. A tu alrededor todo se ve distinto, se siente diferente, los sabores no son los de siempre… No logro sonreír, tengo miedo, me siento vacía… Está pasando algo que va a cambiar mi vida. Necesito un abrazo… Triste, ¿verdad? Pero no se preocupen, “lo único bueno de los días raros es que se aburren… y se van”.
¿Quién no se ha sentido así algún día? Imagínense: si para nosotros hay veces que es difícil expresar qué es lo que sucede en días como éstos, ¿cómo debe sentirse un niño en una situación similar?
Los días raros nos cuenta en primera persona, desde el punto de vista de un niño y de forma muy poética, la tristeza de éste ante una mudanza. Un paseo en solitario por los lugares que solía recorrer, despidiéndose en silencio del parque donde se encuentra su banco favorito, de las casas, de una persona especial para él… ¡Qué difícil es decir adiós!
Podríamos entender ese paseo como metáfora de un proceso de desapego. Como el último paso para dejar ir todo aquello que impide que sigamos adelante. Un vaciado interior que deje espacio para que entre todo lo nuevo. Y la tristeza, la melancolía, son parte de dicho proceso.
Roger Ycaza nos muestra, a través de las ilustraciones, los detalles necesarios e imprescindibles para entender la historia al completo, enriqueciendo el texto, y dejando nuestra mente abierta a la interpretación.
Podemos observar la gran carga narrativa de la ilustración en muchas ocasiones. Por ejemplo, en el vestido de mamá, cuando el niño lo recuerda siempre florecido con hermosos girasoles, y ahora se nos muestra en negro, percibiendo solamente los tallos de dichas flores en un tono gris oscuro, pero sin ningún rastro de los girasoles. Entendemos aquí que también la madre siente esa tristeza, aunque no la exteriorice, pues tiene que terminar de dejar todo listo para la mudanza.
Otro ejemplo sería la tristeza, representada por un líquido azul que acompaña e invade al niño desde que se levanta. Primero, como una extensión de sus sabanas; más tarde, como una masa que aparece debajo de la puerta; y finalmente, la mancha pasa a ser la observadora que despide a la madre y el niño desde una posición estática, donde el autobús se ve a lo lejos dirigiéndose hacia la nueva vida.
Otro dato curioso es que no se nos muestran los rostros de los adultos, de este modo se focaliza nuestra atención en el sentir del niño, en su forma de ver la situación.
Por otra parte, me parece muy acertada la decisión de dejar sin texto algunas de las páginas, entendido como la dificultad de encontrar las palabras que expresen el dolor sentido en el momento de despedirse.
En definitiva, una obra muy emotiva, editada por FCE y ganadora del XVIII Concurso de Álbum Ilustrado A la Orilla del Viento, que nos ofrece una historia que, con unas ilustraciones cuidadísimas y un manejo del color espectacular, llega a tocar nuestro corazoncito y conmovernos con ella.