¡Oh no, Lucas!

¡Oh no, Lucas!

Chris Haughton: ¡Oh no, Lucas! Milrazones: Santander, 2014. Traducción: Jesús Ortiz

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Éste es Lucas, un perro entrañable y un tanto travieso, el protagonista de la segunda de las obras del autor irlandés Chris Haughton, publicada de nuevo por la editorial Milrazones en pequeño formato, mucho más manejable para los pequeños que la anterior edición. Como ya hiciera en Un poco perdido y posteriormente en ¡Shhh, tenemos un plan!, eleva la simplicidad, tanto de texto como de imagen, a cotas asombrosas.

Acatar las normas no siempre es fácil, sobre todo cuando nos vienen dadas y no participamos de ellas, algo mucho más marcado cuando hablamos de niños en plena etapa egocéntrica y de oposición. Si además lo prohibido resulta ser divertido, todo se complica aún más. Eso es lo que le pasa a Lucas, el perro con el que más de uno podrá identificarse – y no sólo los niños- que se mueve en el dilema de hacer lo que se espera de él o lo que realmente le apetece, aunque esto suponga saltarse las reglas y defraudar a quienes conviven con él.

Lucas se queda solo en casa. Antes de que Quique, su dueño, se marche, asegura que se va a portar bien, que va a ser «muy bueno». Él lo intenta, se ha hecho ese propósito, pero a Lucas le encantan las tartas, y perseguir a Gato, y escarbar en las macetas. Ahora está solo y con todas esas cosas a su alcance. El autocontrol no es lo suyo, así que los impulsos terminan ganando la partida, por mucho que un ¡oh no, Lucas!, la voz del lector plasmada en el texto y al que el lector no podrá renunciar, le recuerden que lo que está haciendo no está bien. Lucas se divirtierte, muchísimo, comiéndose una tarta entera, persiguiendo a Gato por toda la casa y escarbando en las macetas. Cuando llega Quique, feliz por volver a estar con Lucas, no puede dar crédito a lo que esta viendo. Es entonces cuando aparece el arrepentimiento del animal que intenta enmendar la situación regalando a su dueño su juguete favorito a lo que Quique responde invitándole a dar un paseo. Haughton plasma su propia visión de la educación, renunciando al castigo y respondiendo con cariño y amor. En este sentido no puede pasar desapercibida la contraportada, con una imagen de Quique y Gato abrazando a Lucas. En ese paseo Lucas se porta fenomenal. Parece que ha aprendido, que consigue dominar sus impulsos, cuando ve un picnic con una tarta, un gato y jardines donde escarabar. Quique y Lucas lo han conseguido. Pero conociendo las obras de Haughton podremos adivininar que no todo acabará aquí, que falta la vuelta de tuerca con la que tan espléndidamente pone fin a sus obras. Lucas lo consiguió, hasta que encontró un cubo de basura. «¿Qué hará Lucas? ¿Lucas?» Unos interrogantes finales a los que el lector sabrá responder con una sonrisa porque los personajes del ilustrador irlandés tienen mucho de personas, porque más allá de querer acabar la historia con un final moralizante, pone de manifiesto el verdadero comportamiento humano. No obstante no prescinde del todo de las moralejas de las fábulas de antaño, y acompaña sus obras con frases de personajes célebres, ya sea antes de comenzar o al finalizar, siempre en la página que recoge los datos de edición. En esta ocasión lo hace para finalizar, con un pensamiento de Epicteto, dirigido más bien a los adultos: «la libertad no se consigue realizando nuestros deseos, sino eliminándolos… Ningún hombre es libre si no es dueño de sí mismo».

En cuanto a aspectos más formales, Chris Haughton permanece fiel a su personal estilo, ese que le ha valido el reconocimiento internacional con numerosos premios y que tiene en la abstracción y en el tratamiento del color y las formas sus mayores notas distintivas. Desde el punto de vista narrativo, hace uso de la estructura repetitiva, muy bien acogida por los niños, especialmente en la etapa educativa de infantil. Los pequeños seguirán la historia sin complicaciones, teniendo aseguradas la complicidad y la interacción. El texto es sencillo, fácilmente comprensible, con juegos tipográficos que lo hacen muy atractivo visualmente. A pesar de que la historia tiene su propia idiosincrasia y puede ser valorada de forma positiva por estar al margen de convencionalismos, el punto fuerte de las obras de Haughton reside en las ilustraciones y ¡Oh no, Lucas! no es una excepción. De nuevo consigue unas ilustraciones impactantes, trabajando esta vez con colores cálidos y, como siempre, con una sencillez llevada al extremo, algo que no impide conseguir una expresividad excepcional (los ojos y las orejas de Lucas transitan por un abanico emocional incomparable).

Por otra parte, el humor, tan necesario en las publicaciones infantiles, también está presente en esta obra, yendo muy de la mano de las imágenes y de la propia identificación con los personajes, unos retratos muy fieles de la propia sociedad humana.

¡Oh no, Lucas!  es un libro que invita también al diálogo con los más pequeños y que nos hace disfrutar de un genial autor.