Mi voz

José Fragoso: Mi voz. Madrid: Narval, 2018. 40 pp.

No es un libro narrativo que cuenta una historia sobre un imitador de Frank Sinatra. No es un poemario en torno a los sonidos del viento en los árboles. No es un libro científico que estudia las particularidades de la laringe. No es una novela. No es un disco con grabaciones vocales del autor. No es todo eso que uno podría imaginar (aunque reconozcan que hubiera sido un puntazo lo de Sinatra…).  ¿Qué es Mi voz?

Se encuentra uno con más de medio centenar de caras en la portada: caras diferentes, todas hablando, y nos parece oír la algarabía de sus voces y su cháchara solo a partir de sus expresiones. Y en el medio, en primer término, la protagonista con su bocaza abierta en forma de o, dando voz al libro. Una postura de cuello y cara que tiene casi todo en común con las de Charlie Brown o Mafalda, por cierto; nos hace gracia. Hasta ahora todo es expectativa: ¿de quién es esa voz y qué nos querrá decir?

Nos cuenta esta protagonista, una niña, cómo su voz y ella han estado siempre juntas, y cómo aprendió a dominarla, y lo que ahora puede hacer con ella. También que cada uno tenemos nuestra voz, que todas son diferentes, y que hay que usarla (sobre todo para estar con los demás y para decir lo que pensamos). Las ilustraciones van acompañando a la niña con representaciones alegres de lo que dice, en un estilo cómic luminoso que en ocasiones incluye detalles divertidos… ¡atentos a la página de los pingüinos!: 

Es buen ilustrador Fragoso. No arriesga demasiado, ni se enfrenta a retos demasiado ambiciosos (si comparamos con los álbumes más artísticos que aterrizan de vez en cuando en el mercado), pero sabe ser simpático y cuidadoso con lo que hace. En cuanto al texto, en cambio, pensamos que promete mucho pero no da tanto como uno esperaba. Fragoso tiene buenos padrinos que le prologan los libros, y en este caso la voz de Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, nos lo introduce, y dedica una bonita página a elogiar la voz. Suerte que a uno le prologue un libro Carmena… Y sin embargo luego las palabras del autor se le quedan un poco sosas, hasta llegar a un intento fallido, enredoso, de apoteosis al final: «Tienes una voz […] para ser quien eres. / Puedes llegar a ser lo que quieras ser y quien quieras ser si tu voz es verdadera. / Eres lo que dices con tu voz. / Y tu voz eres tú». ¿Qué significa todo esto? ¿Quién le explica a un niño qué quiere decir «voz verdadera»? ¿Es verdad que con una voz verdadera se puede ser lo que uno quiera? ¿Yo soy quien soy con mi voz, pero con mi voz verdadera puedo ser otro? ¿Yo soy mi voz, lo que digo con mi voz, algo más, o yo soy solo yo? ¿Poesía eres tú? Farragoso…

El mensaje, sin embargo, es bonito, y tiene alcance (si se quiere) de «empoderamiento político»: la voz es un arma potente que debemos usar para cantar y expresar las ideas «para hacer un mundo mejor» (literal, en el texto). Y además, todas las voces son diversas, pero valen lo mismo. Un buen libro, como ven, para introducir en el colegio en la clase de Valores. Pensamos que en ese contexto puede tener mucho recorrido como incitador de debates y reflexiones infantiles.

Y una sorpresa en las hojas de guarda: un alfabeto dactilológico para que los que no tienen voz también se encuentren aludidos. (Lo curioso es que (¿por qué motivo?) no es el español, sino el americano, a pesar de que el libro se publica, en principio, para España.)

Pues eso… ¡que los niños no se queden callados! ¿Estará la sociedad preparada para ello?