El prisionero sin fronteras

El prisionero sin fronteras

Jacques Goldstyn: El prisionero sin fronteras. Barcelona: Picarona, 2018, 48 pp.

Nos cuenta el autor en las primeras páginas cómo comenzó a fraguarse la idea de este libro cuando asistió por primera vez a un maratón de escritura de Amnistía Internacional. En este evento se reúnen todo tipo de participantes con un fin común: escribir mensajes a personas injustamente encarceladas para tratar de infundirles ánimos a pesar de estar a miles de kilómetros de distancia. 

Jacques Goldstyn nos brinda así una obra llena de sensaciones, de sentimientos. Entre las páginas se suceden expresiones de ira, rabia, tristeza, soledad, desesperación, esperanza… Es un libro mudo, no hay ni una sola palabra a excepción de algún pedazo minúsculo de las cartas que le llegan al prisionero y que el guarda quema sin dudar.

La estética recuerda a la de un cómic, de hecho podríamos decir que está en esa frontera borrosa que empieza a desdibujarse entre los distintos géneros de la narrativa visual. Las imágenes se presentan en viñetas (aunque sin marcos) y otros elementos como los bocadillos, las líneas de movimiento o metáforas visuales participan en la narración. El autor, además, juega con los ritmos y va combinando pequeñas ilustraciones que se suceden rápidas en una misma página, y otras que se expanden hasta los bordes y detienen al lector un segundo más. La técnica, finas líneas negras combinadas con acuarela, nos transportan al estilo de las caricaturas y logran transmitir con mucho acierto la ironía y absurdez de la situación, a la vez que la desgarradora soledad del hombre encerrado.

Las guardas forman parte de la historia, como viene siendo cada vez más habitual en este género, y nos muestran en un principio un montón de manos escribiendo cartas en distintos idiomas y formatos, para al final enseñarnos los sobres ya enviados y un pajarillo mensajero llevando una en el pico.

Una obra muy interesante que lanza un grito de esperanza, pero también un llamamiento a la acción. Por poco que creamos que podemos hacer, a veces simplemente un mensaje de solidaridad, de apoyo, puede cambiar las cosas o al menos cambiar el día de alguien que lo necesita.