Escuela de fantasía

Gianni Rodari: Escuela de fantasía: reflexiones sobre educación para profesores, padres y niños. Barcelona: Blackie Books, 2018 (2ª ed.), 189 pp.

La obsesión de Gianni Rodari por la recuperación de la fantasía seguro que es bien conocida por nuestros lectores. Y en un mundo que ya empieza a llamar «creatividad» a cualquier cosa («mi hijo es súper creativo: dibuja», oí el otro día; o «qué profesor más creativo, enseña las partes de la hoja con hojas de verdad») es bueno leerle para asentar algunos principios, sobre todo quienes se dedican a la educación.

Hablando de estos, cualquiera con un poquito de sentido habrá descubierto que una de las características de esos seres que llamamos niños es que tienden a responder lo que no esperamos que respondan. Esto le fascina a Rodari. Pero apegados al currículo escolar, a lo aprendido previamente, a los estándares y a las pruebas, los maestros y profesores a veces solo ejercen de muro de contención para tratar de guiar las aguas de los torrentes hacia donde ellos creen que deben dirigirse. Aunque es difícil poner puertas al campo, y cuando se consigue, el resultado suele ser que el paisaje se estropea. A ellos les dice Rodari:

Padres y maestros solo son útiles si están dispuestos a renovarse de manera constante, a adaptarse al crecimiento del niño, a poner en tela de juicio su propio bagaje cultural y técnico, su propia idea del mundo. Lo concreto en la educación es el niño, no el proyecto educativo, ni el programa escolar, ni la técnica didáctica en sí (p. 8).

El consejo de Rodari es escuchar a los niños y a los adolescentes. Escucharles de verdad, ¿eh?, atendiendo a sus palabras, valorando sus inquietudes, empatizando con sus sentimientos y colocándonos en su punto de vista. Es enternecedor el relato de Rodari sobre su relación con su sobrino, en páginas 76 y siguientes: dos generaciones unidas, mirando en la misma dirección, gracias a la capacidad de escucharse y, también, al poder de la risa. Al final, la cosa está en considerarnos a nosotros mismos un poco menos importantes de lo que nos solemos creer. En el caso de la educación, está claro:

Lo que aprenden los niños en el colegio es una centésima parte de lo que aprenden de sus padres, de sus familias, de sus amigos, de la sociedad en la que crecen, de la calle, de la televisión, de los juegos, de los objetos, de todo y de todos (p. 7).

Tela.

Hemos subrayado decenas de pasajes del libro al leerlo, y creemos que hay entretenimiento y reflexión para todos. Escuela de fantasía es un conjunto de ensayos y artículos publicados por Rodari entre 1966 y 1997, organizados en 3 partes que nos orientan sobre cuáles de los capítulos nos pueden a interesar más. La primera parte, «Enseñar a aprender», incluye textos sobre cómo es la visión del mundo de los niños, y unas cuantas páginas sobre literatura infantil. La segunda, «Aprender a enseñar», habla del sistema escolar, que en tiempos de Rodari no era muy distinto de cómo es ahora. Y la tercera parte, «Imaginar», es un buen complemento a su otro libro Gramática de la fantasía, que seguro que conocen ustedes.

¿Que qué más dice sobre la escuela? Pues querríamos resaltar su idea de involucrar a los niños en las tareas que hacen. (Nosotros escuchamos a muchos maestros decir que programan por proyectos, y te dicen a comienzo de curso cuáles van a ser esos proyectos. ¿Pero no se supone que los temas deberían salir de los niños? Y ese es el mejor de los casos…). Dice Rodari:

Cuando se manifiestan en los niños el desinterés y el desapego por el trabajo escolar, ocurre lo mismo que puede sucederle al trabajador que cumple una función ejecutiva, asignada y subdividida cuyo objetivo final desconoce. Tanto el niño en el colegio como el obrero en la fábrica trabajan por un proyecto en cuya construcción no han participado. En esa labor no hay alegría ni puede haberla. No existe la alegría del trabajo en sí, sino la del proyecto y la del trabajo para culminar ese proyecto.

Hace un tiempo leímos el ensayo de Santiago Alba Rico: Leer con niños (libro denso pero necesario), y al leer este de Rodari nos ha venido el pálpito de que vienen a decir lo mismo. Allá por la página 69 Rodari nos deslumbra con un párrafo sobre por qué necesitamos a los niños, por qué nuestras sociedades serían inhabitables, inhumanas, sin ellos. Esta creo que es una clave del pensamiento de Rodari, que reviste cada uno de estos ensayos y artículos: no tratemos a los niños y adolescentes como «medio-personas» o «adultos por hacerse»: quienes tratamos con ellos debemos comprender que son tan protagonistas de sus vidas como nosotros de las nuestras; y por eso su juego merece la mayor de las seriedades, y su lenguaje y creatividad verbal la mayor de nuestras respetuosas dedicaciones.

Es este un libro que le deja a uno con la sensación de que, lo queramos o no, pasados los 40 o los 50 tacos, el mundo ya no es nuestro, es de ellos, de los niños y los adolescentes que lo van a construir o derrumbar, a gozar y a estrenar. Este pensamiento a algunos les llena de desazón; a nosotros, de emoción.

Imaginaos al emperador romano que entregó su corona al primer rey bárbaro: para él era el fin del mundo, cuando en realidad solo fue el fin del Imperio romano de Occidente. Y el mundo continuó (p. 69).

Gracias, Blackie Books, por mantener vivo a Rodari.

(Hablamos de este libro en este programa de Cero en conducta, M21Radio, minuto 40).