La isla de las cartas perdidas

La isla de las cartas perdidas

Oriol Canosa (texto). Mercè López (ilustraciones). Iñaki Tofiño (traducción): La isla de las cartas perdidas. Barcelona: Babulinka, 2014, 141 pp.

Cuando los padres de Albert deciden que debe trasladarse de su Estrasburgo natal a la Isola della Cona con su tío Audubon no entiende nada. Estamos en el año 1914 y los bombardeos son cada vez más frecuentes en una guerra que acaba de estallar y donde todo apunta que va a tardar bastante en terminar. 

Muy pronto, Albert es consciente de lo maravilloso del entorno donde vive su tío que es ornitólogo: «… es decir, un científico que estudia las aves» (p. 15) y le transmite su amor por la naturaleza y algunos de sus muchos misterios. Por ejemplo, que los flamencos son mamíferos y que todos los seres vivos, incluso los microbios, son fascinantes. La fusión de Albert con su entorno es tan fuerte que confunde a las personas con animales según su personalidad. Esta animalización de los adultos contrasta con la caracterización humana muy natural y sin artificios de los niños que también se traslada en las ilustraciones en blanco y negro de trazo difuminado.

El Carnaval de Duino

El castillo del príncipe

El resto de personajes son muy carismáticos y tienen la peculiaridad de homenajear a los grandes de la literatura alemana. Los dos primos de Albert són Max y Moritz, los traviesos protagonistas de las viñetas tragicómicas de W. Busch no tardan en hacer de las suyas. El príncipe Franz von Thurn unxisd Taxis, un hombre sencillo y vital que ostenta con gran orgullo su papel de cartero real, les propone escribir cartas para sobrellevar la situación. El poeta Rainer es un hombre que no cree en guerras, fronteras ni identidades que le obliguen a posicionarse cuando estallan conflictos. Sus consejos son muy valiosos para Albert y le ayudan en el proceso de maduración que se opera tras su paso en la isla: «La verdadera patria de cada cual es su infancia. Es el lugar adonde todos querríamos volver» (p. 61).

Max y Moritz

Un potente relato de ambientación histórica con tintes de fábula totalmente coherente con el propósito de la editorial de ofrecer libros «emocionalmente inspiradores». Asistimos al proceso de maduración de Albert, un chico que se ve obligado a tomar las riendas de su vida lejos de sus padres y que gracias al esfuerzo de los pocos habitantes de la isla él y sus dos primos pasarán una temporada estupenda que les ayudará a crecer. Se les proporciona charlas de tú a tú, excursiones por la isla, un carnaval donde -a pesar de las máscaras- se descubren verdades y un pasadizo secreto dentro de un castillo que les será de gran ayuda cuando más lo necesiten. Y, lo más importante, que las cartas son una maravillosa herramienta de autoconocimiento y de expresión de nuestros sentimientos.

 

Y, ¿por qué Babulinka? Babulinka significa abuela en ruso y resulta muy acertado como nombre de una editorial de libros que declara publicar pocos pero buenos libros. La colección a la que pertenece este libro tampoco es casual «Pequeñas joyas para grandes lectores». El tamaño del libro es más pequeño que los libros de bolsillo y están destinados a lectores que buscan algo más que puro entretenimiento y diversión.