La bestia del señor Racine

Tomi Ungerer: La bestia del señor Racine. Barcelona: Blackie Little, 2019. 42 pp.

Blackie Little trae en su colección «Gran literatura para pequeños lectores» este libro de Tomi Ungerer, a quien conocerán por su más famoso álbum Los tres bandidos, y quien lamentablemente abandonó la vida en 2019. El original de este cuento se publicó en 1974, y parece ser que no había llegado a España hasta ahora.

Veamos de qué trata. El señor Racine disfruta de su jubilación entre su rutina y su jardín, cuando un día descubre que sus magníficas peras han desaparecido del peral. Dispuesto a descubrir al ladrón, saca su lado más militar y se pone al acecho. No dura mucho la espera por las peras. Junto al peral aparece al día siguiente un extraño ser de nariz flácida, orejas larguiruchas y aspecto como de elefante de peluche. No parece peligroso.

Y así comienza una extraña amistad entre el solitario señor Racine y el manso monstruo deforme. Entre paseos, meriendas y diversiones, Racine trata de descubrir qué tipo de ser es su nuevo compañero. Ya les anticipo que no se lo imaginan.

Hacia la sorpresa final nos lleva esta narración de lenguaje muy escogido y difícil de traducir: «Atardecía ya cuando, de pronto, la campanilla empezó a tintinear nerviosamente. Nuestro centinela se puso en pie de un salto, desenvainó su sable y gritó: «¡Alto! ¿Quién va?»» [«Sapristi!» en el original]. Es agradable leer literatura infantil que cuida las palabras.

Aunque Ungerer es, sobre todo, ilustrador. Sus dibujos son aparentemente fáciles, pero una segunda mirada (que les recomendamos que hagan) nos muestra otros planos más complicados e incluso ominosos. Por ejemplo: las escenas están repletas de animales por todas partes; ¡hay incluso un unicornio! Existen divertidos detalles «metagráficos», como gotas de café que caen por fuera del marco de la ilustración; o ese mismo marco roto y apañado con un poco de hilo. Y también detalles verdaderamente inquitantes, indicios ominosos, que forman parte del estilo único ungereriano: manillas de reloj dobladas, hachas manchadas de sangre, globos que se escapan, sogas que se rompen y hieren a obreros, faros rotos de camiones, o un hatillo con un pie descuartizado… Detalles de la ilustración que crean un clima de incertidumbre hacia el desenlace de la historia, que generan una tensión creciente, un mal augurio. ¿Qué va a pasar?

Termina el libro con escenas abarrotadas y pasmosas, que nos recuerdan al Chancho Pancho de Maurice Sendak y otros geniales desvaríos. No en vano, este libro se lo dedicó Ungerer a Sendak, y la lectura atenta descubrirá también un homenaje buenísimo en la doble página que representa la estación de tren (pp. 30-31).

En definitiva, tenemos un libro aparentemente sencillo pero en el fondo complejo, como dicen que es la buena literatura, capaz de generar expectativas y, en su caso, engañar al lector y divertirle. La soledad del viejo señor Racine, un hombre para nada convencional, encuentra la amistad en la entrañable bestia, rodeados de un mundo donde lo puro escasea y lo esencial es invisible a los ojos.

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