Los siete pedazos de mi corazón

Eva Llergo (autora), Paloma Rodríguez (ilustradora): Los siete pedazos de mi corazón. Sevilla: Babidi-bú, 2020. 34 pp.

Dicen que no es fácil hacer literatura con la felicidad. Estamos demasiado acostumbrados al machadiano «se canta lo que se pierde»; tanto, que pocos se atreverían a hacer un elogio, como este, de las personas a las que queremos. Nos acordamos, para desmentirlo, de ese monumento de poema que es «Momentos felices», de Celaya, porque el libro que hoy reseñamos nos parece que va un poco en esa línea. Los siete pedazos de mi corazón se nos abre camino por dentro y nos va tentando las cuerdas que llevamos en el interior hasta dar con la que resuena y nos hace resonar.

Estamos ante un poema breve en ocho partes: una introducción y los siete pedazos, que son al mismo tiempo siete partes del corazón y siete partes del libro, dedicadas a la madre, al padre, al hermano, a la pareja y a los hijos. Más secciones podrían hacerse (más personas importantes tenemos cada uno a nuestro alrededor), pero lo que se nos dice en ellas es fácil extrapolarlo, cada uno como lector. Y en parte en eso consiste el juego.

Comienza con un engaño: «¡Mi corazón está hecho pedazos!». Pero ante este mal augurio que amaga en broma, en seguida descubrimos que los pedazos del corazón son necesarios. Que la voz que nos habla en el libro ama todos y cada uno de esos pedazos. Y los va descubriendo poco a poco, delicadamente, acariciándolos y mostrándolos como pequeños tesoros. Cada poema se presenta en una página, y en las siguientes se ilustran algunos de sus versos. Los dibujos de Paloma Rodríguez son tiernos y divertidos, ponen rostros y situaciones a las palabras, y nos facilitan la imaginación (sobre todo a los niños). La ilustradora ha sabido añadir capas de significado, y hacer propio el texto:

 

Es este un libro que se presta a ser leído en solitario o con niños. Con niños (comprobado está) propicia las más amenas conversaciones, pues ellos en seguida inician el juego de comparar y contrastar. «Pues esa señora se parece a mi tía», «yo tengo ocho pedazos», «yo me acuerdo de mi abuelo», «jaja, mira, es como mi hermana»… Y continúan así, convirtiéndose esos momentos en una prolongación del libro y en una meditación de por qué quieren a las personas que quieren, identificándose increíblemente con las ilustraciones y las palabras.

Es este un libro para agradecer. Un poema intenso que canta la felicidad y la diferencia. Eva Llergo abre nuestro corazón con estos siete pedazos, y nos invita a ahondar en él y descubrirlo. A ver más allá. Y más importante: a sentir más allá.