Las palabras que se llevó el viento

Paloma Sánchez Ibarzábal (autora) y Mónica Calvo (ilustradora): Las palabras que se llevó el viento. Madrid: Narval, 2020. 48 pp.

En la línea de otros álbumes ilustrados que toman las palabras como materia prima (sí, profe, metalingüísticamente hablando), del estilo del alabadísimo La gran fábrica de las palabras (Agnès de Lestrade y Valeria Docampo) o de La coleccionista de palabras (Sonja Wimmer), hoy viene a nosotros Las palabras que se llevó el viento. 

La hija del farero queda al cuidado de una caja llena de papeles con palabras escritas, mientras su padre está fuera. Pero sopla el viento, la ventana está abierta… las palabras son arrastradas fuera de casa. ¿Qué hará la niña? ¡A recuperarlas!

El libro es un viaje imaginativo que explora la sonoridad de las palabras y lo que pasa cuando juegas a alterarlas. El ‘lobo’ se convierte en ‘globo’; el ‘rey’ ‘rye’ (o sea, «ríe»); ‘viento’ se transforma en «vi en to-do» (de «verlo todo»; sí, un poco forzadas algunas, reconozcámoslo).

Con las palabras de la caja, el padre solía contar cuentos, y con estas mismas palabras que la protagonista ha ido recuperando por el mundo, ella misma ha vivido otro cuento, que se hace realidad material en las páginas finales. Un final que cierra el círculo de la historia, y que salta metaliterariamente al identificar el libro real, que tenemos en las manos, con el libro que recibe la niña protagonista al final.

Exceptuando esa forzada imaginación lingüística con la transformación de las palabras, y que en las ilustraciones algunas palabras aparecen sin tildes (¡es verdad, profe!), el libro es un interesante ejemplo para perderle el miedo a escuchar, paladear y manosear las palabras. Como si fueran plastilina, que es divertido y útil en la primera infancia.

Por cierto, la editorial Narval estará encantada con el peluche de narval que aparece dibujado en las últimas páginas…