Relatos de Yásnaia Poliana

Lev Tolstói: Relatos de Yásnaia Poliana: Cuentos para niños y El prisionero del Cáucaso. Madrid: Reino de Cordelia, 2019. 142 pp.

Somos, desde hace años, admiradores de Tolstói, escritor y persona y personaje. No es algo que le hubiera extrañado, pues vivió media vida rodeado de una corte de lo que hoy llamaríamos fans: entre los lectores fieles y los seguidores de sus ideas, al pobre Tolstói nunca lo dejaron en paz (hay una película que narra bastante bien el final de su vida: La última estación). 

Los Relatos de Yásnaia Poliana incluyen un cuento largo, en 6 partes: «El prisionero del Cáucaso». Es una historia que pensamos que resultaría curioso dar hoy a leer a un adolescente. Una especie de Homeland de época, fieramente crudo, de una explicitud y una sugestión a las que no estamos acostumbrados, tenso y emocionante al mismo tiempo.

Siendo el escritor más importante de Rusia, desde la década de 1870 Tolstói fue cambiado su forma de vida, y mostró en público su desacuerdo con una sociedad muy desigual que había institucionalizado privilegios injustos. Tomando partido por el campesinado, un tiempo después regresó a su aldea natal, Yásnaia Poliana, y allí, a su alrededor, se fue formando una especie de comunidad de vida sencilla y compartida.

Los Relatos de Yásnaia Poliana recogen, fundamentalmente, historias de cazadores, animales, anécdotas (llamadas «hechos verídicos» en el libro) y fábulas. No hay personificación de los animales, si es que están pensando en eso. Al contrario, se impone un realismo que hoy nos parece increíblemente original, inusitado.

Hacia el final de su vida, Tolstói desarrolló una profunda religiosidad que pretendía enlazar con el cristianismo primitivo, pero sus críticas a la Iglesia le valieron la excomunión. Fue esperantista, anarquista, pacifista, dicen que vegetariano, zapatero y maestro en la escuela que él mismo creó en su pueblo. 

Los Relatos de Yásnaia Poliana poseen un estilo natural, en el que Tolstói trabajó duro, librándose de la artificiosidad del lenguaje literario de su tiempo. Narrar con naturalidad es difícil, pero al mismo tiempo otorga una contundencia a lo escrito que es difícil de superar. Quien lee estos cuentos se sorprende de esta naturalidad y distancia con que, por ejemplo, se relata la muerte de un perro, o incluso la traición y el asesinato en el cuento de Iván Axionov.

Si se le ha puesto junto a Thoreau y Ghandi en sus ideas de resistencia no violenta, nosotros solemos ponerle de modelo de enseñanza de la escritura, al igual que hiciera en su momento el mismísimo Lev Vygotski, en La imaginación y el arte en la infancia. Imagínense que son un niño o una niña de un pequeño pueblo al sur de Moscú, y este año el profe que les toca en Lengua es el mejor escritor de todo el imperio. Ouououou, ¿no?

Tosltói escribió estos cuentos como material de lectura y modelo de escritura para los niños de Yásnaia Poliana. En algunos se aprecia ese interés por transmitir vocabulario o conocimientos naturales («La tortuga», «Faisanes», «La liebre»), y conforman un conjunto que puede resultar hoy útil como contrapunto a una literatura infantil que, a veces, puede parecernos demasiado igual. ¿Echan de menos algo de realismo en la literatura para pequeños? Ahí va un consejo: junten los cuentos del perrito Bulka incluidos en este libro, apréndanlos para poder contarlos con sus palabras, y nárrenselo a los niños. Un poquito del Tolstói les sentará bien.