Cuando Hitler robó el conejo rosa

Cuando Hitler robó el conejo rosa

Judith Kerr: Cuando Hitler robó el conejo rosa. Madrid: Loqueleo – Santillana, 2021, 233 pp.

Portada de Cuando Hitler robó el conejo rosa. Padre con periódico y niña con un ramo de flores y una mochila tipo alemán.

En los años 70, Judith Kerr aprovechó este cuento infantil para explicarle a sus hijos lo que significó para ella ser una refugiada. Su familia, de ascendencia judía, tuvo que abandonar Alemania durante el auge del nazismo. Así que viajaron por diferentes países de Europa para escapar del infierno en el que se convertiría su país. Hoy, nos enfrentamos a algo similar, intentar explicar lo que está sufriendo el pueblo ucraniano y lo que significa ser un refugiado.

Salvando las enormes distancias que separan estos dos hitos (el caso de Judith Kerr fue bastante afortunado dentro de lo que cabe), este libro puede ser una ayuda para que los pequeños de la casa puedan empatizar y llegar a entender lo que significa ser un refugiado. Algunas de las ideas que se aprecian en él son la importancia del hogar y que la familia se mantenga unida para superar las dificultades.

Cuando Hitler robó el conejo rosa narra las vivencias de la familia Kerr. Lo hace desde un punto de vista maduro, pero con una ternura y una sutileza propias de los niños de la historia. La protagonista Anna y su hermano Max, de 9 y 12 años respectivamente, son los ejes de la acción. La trama nos hace revivir sus experiencias desde la huida de Alemania para acabar viviendo en París, y hasta que tuvieron que emigrar de nuevo, esta vez a Inglaterra.

No son aventuras complicadas, ni a vida o muerte; no van a luchar contra los nazis por recuperar el conejo rosa, sino que se van a enfrentar a las vicisitudes de ser niño en un país extranjero. Cómo afrontaron el hecho de cambiar de casa y de amistades, qué sintieron al asistir a las clases en un idioma que no era el suyo, cómo llevaron el que sus padres tuvieran también problemas en las nuevas ciudades, los duros golpes de perder a los amigos de la familia, etc.

Es cierto que el texto parece tratar algunas ideas complicadas, como, por ejemplo, el antisemitismo, el paro, las dificultades económicas; sin embargo, como utiliza un lenguaje sencillo y bastante plástico está al alcance de los lectores de 12 años en adelante.

Además, aunque se trata de narrativa en tercera persona, tiene cierto regustillo a diario personal, por lo que te da la sensación de que la propia niña narra cómo ocurrieron las cosas. Gracias a su desparpajo la lectura se vuelve muy vivaz y también hay una buena mezcla de narración y diálogos que imprimen un buen ritmo a los acontecimientos.

En mi opinión, es una obra que hay que leer con calma, saboreando las experiencias que transmite la autora. Es una historia que será todo un acierto. Si los más jóvenes de la casa quieren ponerse los zapatos de un refugiado, que no se lo piensen más. Aprenderán muchas lecciones que no se suelen dar en el colegio.

Por cierto, aunque se trata de una edición conmemorativa por el 50 aniversario, pienso que el libro no ha envejecido nada mal.