Musiki

Gonzalo Moure: Musiki. Il. de Paloma Corral. Madrid: SM, 2022. 94 pp.

Musiki es una historia doblemente imaginada. O triplemente, como los triples saltos mortales: la imaginó su autor, Gonzalo Moure; la imaginamos nosotros, los lectores; y la imagina un personaje dentro de la novela. Este personaje, un pianista atrapado en un indesatascable atasco de una ciudad sin nombre, abre su ventanilla y su imaginación a dos niños negros que venden pañuelos y bocadillos. La inspiración de esos rostros en la selva de asfalto, y la sugestión de la música (también sin nombre) que se oye en la radio del coche, dan pie a que el hombre invente para sí una historia. Es la historia de un niño en un poblado (sin nombre) de África. Amante de la música (nos ha recordado, casualidades, al comienzo de Música entre las ramas, de Ricardo Gómez*), topa por azar con una grabación de una orquesta en concierto. Fascinado, se decidirá por hacer lo improbable: construir un piano en su aldea de la selva. La compañía de su amiga Zia y la ayuda del Blanco (sin nombre), que anda por allí recogiendo voces de animales, conforman el círculo de relaciones de esta sencilla historia. 

Con una narrativa bien trazada, vamos y volvemos del África rural al atasco de la ciudad, en capítulos que (como suele hacer Moure) se encadenan unos a otros sin solución de continuidad. Se nos invita a imaginar las sensaciones que la música causa, como un milagro, en los niños de la aldea. Tanto es así, que la imaginación del lector será fundamental para cerrar la historia. No es habitual en la LIJ un planteamiento tan original para el final: nos lleva ascendiendo hacia un clímax y nos coloca a las puertas de la resolución, al borde de un abismo, y para nuestra sorpresa se cede el desenlace al lector. Llegamos allí, a las últimas páginas, pues, rebosantes de una sensación (sin nombre también, creo) de plenitud mezclada con incredulidad. ¿Qué? ¿Aquí acaba? ¿No nos va a decir Moure qué pasó a continuación?

Es esa sensación el regalo que nos da esta novela. El poder apropiarnos del destino de los personajes e imaginar (otra vez esta palabra) un final posible. No hay ninguno evidente: se nos ocurre uno muy favorable a los protagonistas, pero casi increíble, demasiado «holliwoodiense»; y otro demasiado cínico, tal vez desolador incluso. ¿Qué piensas tú? ¿Qué futuro tendrán Musiki y Zia?

(*Algún día tendremos que hablar, sí, del interés por los escenarios exóticos/lejanos/indigenistas que son ya tendencia en la novela infantil…).