Biografía de un cuerpo
Mónica Rodríguez: Biografía de un cuerpo. Madrid: SM, 2018. Premio Gran Angular. 140 pp.
Estamos ante una obra maestra de la literatura juvenil. Es una lectura que se va clavando en la mente y en el cuerpo capítulo a capítulo. Tenemos de protagonista a un adolescente muy real y muy excepcional al mismo tiempo. Marcos no es nada vulgar: es un chico entregado a la danza, que compatibiliza las horas de conservatorio profesional con el instituto por las tardes; capaz de hacer ambas cosas, no va mal en los estudios, tiene amigos, le gusta leer poesía. Un chico del que estar orgullosos si fuéramos sus padres. Y a la vez le atraviesa ese mar de fondo típico de esos años. Como si Mónica Rodríguez hubiera ido consultando las ocho tareas evolutivas de la adolescencia que estableció Havighurst, va sacando temas a lo largo de la novela: los cambios físicos de la pubertad, la inquietud por el futuro, la elección de una conducta moral, la independencia emocional de los padres (con un simbólico deseo de “matar al padre”, incluso), el desarrollo de un autoconcepto, el nacimiento del amor, la definición de la orientación sexual. Hacia el final, de hecho, el propio protagonista escribe: “Supongo que la tarea de la adolescencia es descubrir quién eres”.
Leemos el diario de Marcos en un año en que el mundo se está poniendo patas arriba para él. De pronto, el estudio y la práctica de la danza ya no son lo que eran. Se va desvelando el estrés que supone la presión de los profesores y también del padre, y el compararse con otros compañeros. Suceden nuevas cosas, hay más dudas, hay deseos que no se sabe cómo satisfacer y ya no se reprimen; aparecen personajes del mundo del instituto, de la familia, del parque, que pueblan la vida de Marcos y la hacen girar y desarrollarse. Está Clara, está Álex, está la chica Fanta, están sus amigos Simón y Manuel, está su hermano. Y con las cosas que suceden en el día a día y la presión de un estreno de danza, su ansiedad irá creciendo hasta explotar hacia el final de la novela, hasta sufrir un estallido poco comprendido por él aunque muy comprensible por nosotros, los lectores.
La intensidad de la trama aumenta a la par que aumenta también la poeticidad del lenguaje. Marcos está leyendo unas biografías de Nijinsky, el magnífico bailarín ruso, y sus vidas parecen entrelazarse a distancia de décadas. Al mismo tiempo, Marcos lee poemas, la mayoría de amor, y los versos de sus lecturas van apareciendo insertos en los capítulos de forma magistral. Los capítulos cobran una fuerza arrolladora cuando vence el flujo de conciencia. Es un estilo muy libre, aunque muy denso e introspectivo.
Es un libro para adolescentes con cierta madurez en la lectura. Se verán perfectamente reflejados en uno u otro personaje y disfrutarán de meterse por unas horas en la vida de Marcos. Si además les gusta la danza o les preocupa su cuerpo o la presión paterna, esta es su novela.