La Reina Turquesa

Pedro Urvi: La Reina Turquesa (El sendero del guardabosques, 8). Madrid: HarperCollins, 2024. 446 pp.

El octavo volumen de la serie El sendero del guardabosques contiene todos los ingredientes de la fórmula que da éxito comercial a la literatura de fantasía para adolescentes. En este episodio, Lasgol, el héroe de la saga, recibe la misión de obtener un objeto mágico gracias al cual (y solo con él) se podrá vencer a un horrible espectro que amenaza con invadir el reino de Norghana. Pero no va a ser fácil, porque para conseguir ese objeto tendrán que convencer a la misteriosa Reina Turquesa, de cuyo reino nadie ha regresado vivo. ¿Nadie? Bueno, hay alguien que sí…

En la saga El sendero del guardabosques tenemos ogros, magia, mapas, nombres germánicos, criaturas fantásticas, batallas y peleas, reyes en peligro, conspiraciones y viajes por escenarios fabulosos. La influencia de El señor de los anillos, Harry Potter, Juego de tronos y demás clásicos del género son patentes. Este nuevo libro da un especial protagonismo a Camu y a Ona, animales compañeros de Lasgol con quienes los lectores de la saga ya estarán bastante familiarizados. Son los protagonistas de la mayoría de los momentos cómicos, con su simpática forma de hablar y las intenciones traviesas de Camu, pero ojo, porque finalmente resultarán esenciales.

Lo más novedoso de esta nueva aventura es la parte de la Reina Turquesa, pues nos conduce a un lugar nuevo: un archipiélago tropical, una especie de Polinesia fantástica, con seres de piel azulada que viven pacíficamente de lo que les da el mar. La propia reina es un personaje interesante, con cierta construcción de su pasado y con poderes asombrosos, lo que supone un acierto imaginativo. (Parece ser que seguirá apareciendo en próximos volúmenes). El resto del argumento es entretenido y se deja llevar, pero no esperen los lectores giros de guion asombrosos; tampoco esperen tramas secundarias, que se mencionan (los guardabosques oscuros) pero no se resuelven en este libro. Sí les alegrará volver a encontrar a algunos compañeros del pasado de Lasgol, que se unen a su empresa a mitad de libro y dan un soplo fresco a los diálogos. Es precisamente a partir de entonces cuando la novela comienza a ganar ritmo y los eventos se aceleran.

En definitiva, una novela en la línea de las anteriores, que no disgustará a quienes ya conozcan el universo Tremia y los personajes que lo habitan. No es una lectura exigente para el lector, pues la linealidad es clara y los personajes planos; incluso es fácil de seguir si no se han leído los anteriores volúmenes, ya que el autor se cuida mucho de explicar detalles relevantes del pasado que se van mencionando.

Adenda:

Últimamente nos interesa mucho analizar la visión del mundo y de la sociedad que proponen los libros infantiles y juveniles. En este sentido, hay dos cosas que nos han sorprendido y seguramente desconcertarán al lector también. Lo primero, la violencia con que se abre la novela. Recordarán que en el primer volumen Lasgol y sus compañeros acaban con la vida de un enemigo, en una pelea en la que o le matan o él les matará a ellos; para los protagonistas esta muerte significó un profundo shock. Este volumen 8, en cambio, arranca con un episodio en el que Lasgol mata a cinco mercenarios que han saqueado un poblado, en descripciones bastante crudas como «la flecha le atravesó el cuello», «derribó por tercera vez al mercenario, que chillaba a los cielos totalmente desesperado», «volvió a cargar el arco mientras el mercenario se retorcía de dolor en el suelo», etc. El perfil de Lasgol se va convirtiendo en el de un vengador con una idea de la justicia que consiste en tomársela por su cuenta, y que está acostumbrado a aniquilar a sus enemigos sin miramientos. Por cierto, los horribles mercenarios eran casualmente de piel oscura y llevaban cimitarras y cuchillos curvos, además de ser bastante tontos… un retrato polémico.

Lo segundo que sorprende es el papel reservado a las mujeres. En los primeros libros de la saga, era evidente el interés del autor por dar protagonismo a personajes femeninos: personajes como Ingrid, Astrid o Nisa estaban al nivel de sus compañeros masculinos. Llegados a este volumen 8, aunque esos personajes siguen existiendo, y aparecen otros como la Reina Turquesa, es evidente que en el conjunto global apenas tienen presencia y, si la tienen, es muy discutible. En el primer episodio referido, lo que incita la reacción sanguinaria de Lasgol es ver que un mercenario va a violar a una chica, no tanto el que hayan matado a varios aldeanos. Lasgol está adoptando, pues, ese rol típico de caballero que salva mujeres en peligro. La descripción de las chicas es siempre de una idealización un poco naíf, todas son bellísimas, sobre todo al final, en que la visión de los personajes sobre las nativas del reino turquesa viene a ser comparable al de los colonizadores de las islas del Pacífico, al quedar deslumbrados por su belleza y por ir semidesnudas. En la aldea de Isvernien, por la que pasan al principio, no se menciona a una sola mujer, aunque sí hay labriegos, un herrero, un carnicero, un carpintero y otros artesanos, un viejo, un jefe, varios hombres desaparecidos, un criado, un mozo… En el ejército tampoco hay ninguna mujer, ni entre los magos de Norghana… Y lo más curioso, no hay ni una sola guardabosques (y aparecen muchos en el libro), a pesar de que en los primeros libros era evidente que en el campamento de entrenamiento había prácticamente paridad. Es llamativo, pues, cómo los esfuerzos de Urvi por construir un universo con cierta igualdad de sexos va desmoronándose conforme avanza la saga.

 

 

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