Buenas noches, TOPOLÍN
Janosch (autor e ilustrador), Juan Ramón Azaola (traductor). Buenas noches, TOPOLÍN. Los Cuatro Azules, 2017, 56 pp.
La editorial Los Cuatro Azules ha decidido rescatar esta obra de Janosch (seudónimo utilizado por el alemán Horst Eckert) que fue publicada originalmente en 1970 bajo el título de Schnuddelbuddel sagt Gutnacht (por si entre nuestros lectores se encuentra algún amante de la lengua germana).
El título de esta obra es Buenas noches, TOPOLÍN y nos cuenta los episodios cotidianos de la vida de Topolín y su familia, incluida su mascota Caballita, que ya os podéis imaginar de qué animal se trata. Topolín domina con simpatía la portada del libro, con un sombrero calado hasta la nariz que no nos deja ver sus ojos y le confiere un aspecto bastante cómico. Las primeras páginas de la obra están precisamente dedicadas a una defensa del protagonista de las innumerables bondades de su prenda más preciada: ¡y es que le sirve hasta de bote para cruzar el río para coger frambuesas!
Papá Topol gana protagonismo según avanzamos en la narración de los episodios: él se dedica a rescatar animales en el río, incluso cuando no necesitan ser rescatados. También aprovecha para pescar tesoros perdidos que luego reparte entre su familia: Caballita recibe encantada un cubo de miel y Topolín logra una interesante botella correo con mensaje premonitorio incluido. Mamá Topol y la hermana, Topolina, no tienen tanto peso en la narración, pero nos gusta leer que la pequeña “es más atrevida que un mosquito salvaje en el mes de mayo” (¡sobre todo sabiendo que se escribió en 1979!).
Las ilustraciones que acompañan la narración son una delicia; hechas en tinta y acuarela representan con sensibilidad las escenas narradas y deleitan al lector con alguna bonita doble página, donde el texto desaparece y cede el protagonismo a la imagen.
El libro termina con una curiosa escena entre Topolín y un perro feroz, donde no queda claro quién es el fuerte y quién es el débil, pues probablemente dependa de cuál de los dos le preguntemos. Y es que ¿quién ha dicho que los roles ya están escritos para siempre?