El violín de Patrick

Quentin Blake: El violín de Patrick. Barcelona: Blackie Little, 2018. 36 pp.

Hoy traemos una novedad ¡de 1968!

Ustedes conocen ya a Quentin Blake, aunque puede que no lo sepan. Es el ilustrador de la mayoría de los libros de Roald Dahl, de modo que basta ver una imagen suya para reconocer su estilo y asociarlo a la historia de la literatura británica. Pero además de ilustrador, nos lo recupera como autor de textos la editorial Blackie Books, en el sello Blackie Little para primeros lectores. Como bien se encargan de explicar en la última página, Quentin Blake quiso estudiar literatura inglesa en la Universidad porque «aprender a apreciar las palabras es precisamente lo que necesita un buen ilustrador». Chapeau!, tenemos en él la combinación perfecta necesaria para la literatura infantil.

El cuento de El violín de Patrick es sencillo y fácil de seguir: un hombre gasta su última moneda (¡su última moneda, ojo!) para comprar un violín, y en cuanto lo hace sonar, el mundo cambia a su alrededor. Página a página, asistimos a estos cambios y seguimos los pasos del violinista por los caminos. Sin cerebralismos se celebra que la música transforma las cosas. Hay, pensamos, intertextualidades con el mito de Orfeo, con El flautista de Hamelín y con La oca de oro. El divertido Patrick llena de color el mundo, hace volar a los peces y reír a los pobres, y al final genera una descacharrante procesión de personajes, encantados de que alguien haya cambiado tanto las cosas con solo hacer frotar el arco contra las cuerdas del violín.

Es un mensaje tan directo como implícito, tan sencillo como impactante; un cuento alegre, colorido, vital, para animar días grises (si es que hay días grises, lo cual dudo ya).

Hace poco, en el festival Folkarria, pensábamos que cuando la gente canta, toca y baila parece que nada malo puede pasar, que las relaciones humanas son perfectas. Y nos acordábamos de las palabras que el etnomusicólogo Alan Merriam recogió de un indio sia: «Amigo mío, sin canciones no se puede hacer nada». Y Blake lo suscribe.

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