Madlenka

Madlenka

Peter Sís: Madlenka. Barcelona: Ekaré, 2018, 44 pp.

Miro la portada del libro, ya promete. Una angulación nadir, que viene a ser la vista que tendrían si se tumbasen en el suelo a ver pasar las nubes, que nos muestra lo que parece el patio central de una manzana de viviendas; en el centro, en lugar del cielo, hay un troquelado que nos muestra el primer plano de una niña sonriente. De repente, ¡zas!, elipsis sin anestesia y las guardas ilustradas nos sacan del espacio urbano y nos catapultan a una vista aérea de una isla llena de iconos culturales de diversas latitudes: muralla China, pirámides, torre de Pisa…

Consciente de que necesitamos una contextualización, Peter Sís nos coge de la mano y nos explica a continuación dónde se va a desarrollar la historia. Una doble página, previa a la página del título y por tanto incluida ex proceso, nos sitúa en el espacio sideral viendo la Tierra como una mancha lejana para ir haciendo zoom hasta llegar a un plano de Madlenka asomada a la ventana, que detiene la cámara y presenta a la niña con maestría de director de cine.

 

Yo ya tengo los ojos haciendo chiribitas, ¡menudo comienzo! Bueno, pues siéntense tranquilos porque esto no ha sido más que el aperitivo. La historia, resumida, nos cuenta que a la protagonista se le ha caído un diente y decide salir a contárselo a los amigos de su manzana de viviendas. Habla con Gastón, el panadero francés, con el señor Singh, quiosquero de la India, con el señor Ciao, heladero italiano, con la alemana señora Grimm (vivan los guiños literarios)… y con un largo elenco de personajes, con todo tipo de nacionalidades y profesiones. En una sola vuelta a la manzana, Madlenka ha dado la vuelta al mundo varias veces: las generaciones jóvenes vienen pisando fuerte. ¡Qué maravilla de barrio, amigos lectores! ¡Qué diversidad, qué cantidad de tiendas bonitas, qué plantel de embajadores culturales!

El recurso del troquel central que marca la diferencia en la portada acompaña la narración en la mayoría de páginas y se convierte en la ventana de los distintos comercios que visita la niña. El autor nos ofrece una puerta a otros mundos, materializa el motivo recurrente del umbral en la literatura infantil y juvenil, y juega con descaro con nuestra curiosidad por ver qué se esconde detrás. Les había avisado, tiene tela la obra.

¿Hablamos de las ilustraciones? Los planos se ponen al servicio de lo que se quiere contar, de hacia dónde tiene que vagar la mirada del lector. En el verso se proponen a menudo hojas con intención informativa que presentan una especie de mapa de la manzana que va mostrando cómo avanza el recorrido de la niña (con una perspectiva aspectiva, como la que utilizan los jeroglíficos que combinan varios puntos de vista en una misma imagen). Alrededor de ese plano, se alternan diálogos en formato de cómic y miniaturas relativas a la cultura de turno, al estilo catálogo ilustrado de vocabulario.

Mientras tanto, el recto presenta cada nuevo personaje internacional, frente a su negocio y con la ya comentada ventana que ofrece un anticipo a las maravillas que esperan tras el paso de página. Y es que Peter Sís se toma muy en serio el viaje de Madlenka y logra que las dobles páginas dedicadas a cada parada hagan de embajadoras culturales y, a través de cuidados estilos (por dios, miren la página con la ilustración india) y millones de detalles, ofrecen casi una enciclopedia ilustrada, un folleto turístico, un homenaje a las civilizaciones.

El uso del color, el juego de texturas, la tipografía, los guiños escondidos… Horas y horas se le pueden dedicar a cada página y la intertextualidad seguirá teniendo algún arma escondida para mirarnos de soslayo y sonreír altaneramente mientras nos dice “¿no pensarías que ya no quedaba nada por descubrir?”.

Peter Sís, premio Andersen 2012. No me puedo hacer a la idea de por qué fue merecedor de tal galardón. Ni idea, les digo, ni idea…