Min sin miedo

Min sin miedo

Melissa Castrillón (texto e ilustraciones). Min sin miedo. Barcelona: Editorial Astronave, 2019, 32 pp.

En lo más profundo
del jardín, una diminuta
niña está a punto de vivir
una extraordinaria aventura.

Así empieza este álbum ilustrado que rinde homenaje a las historias contadas en voz alta y transmitidas entre generaciones. Min sin miedo cuenta cómo la protagonista supera los miedos que la atraen y aterran al mismo tiempo. Min es una niñita que lleva poco tiempo en un mundo que imagina tan bello como repleto de peligros insospechados. Una metáfora de la vida donde las advertencias paternas se sustituyen por las crónicas de diferentes voces que son un ejemplo de la crianza vista como una oportunidad de crecimiento si se da entre varias personas que permiten tener una visión múltiple de la vida que tiene en común la aventura personal como modelo de vida. Un punto de partida interesante para tener en cuenta en futuras publicaciones de este tipo.

Min ya no tiene miedo, según el título, pero no siempre ha sido así. Esta niña que se ha criado con las historias que sus tías le aseguran que han protagonizado desea ser como ellas. Flora, Lily, Olive y Clementine le transmiten el valor de las aventuras que su pequeño mundo les ofrece solamente a quien se atreve a adentrarse en él.

“Nunca voy a tener
mi propia historia”,
pensó, triste. “Soy demasiado
pequeña y cobarde”.

Min decide un día emprender un viaje a lo desconocido que le reporta mucho conocimiento y satisfacciones. El libro demuestra que los monstruos no son tales si nos enfrentamos a ellos con algo tan insoportable como… las cosquillas y que lo que otros temen tal vez nosotros lo vemos de otra forma y por eso no nos tenemos que conformar con lo que nos cuentan.

A destacar que todos los personajes principales son femeninos y eso nos lleva a pensar en un guiño al género en la línea de otras publicaciones como Chicas malas o Un cuento propio. Historias para leer, heroínas por descubrir, pero esta vez dirigida a los más pequeños. Un historia ilustrada que supone un reto a la experimentación por uno mismo, al autoconocimiento y a la aventura como fuente de disfrute y superación personal. Mini tiene limitaciones y su deseo de mejorar la anima a indagar el entorno que habita hasta hacer descubrimientos que le darán otra visión de su mundo y de ella misma.

Nos gustan las historias así. Los cuentos que se visten de colores y matices visuales para ir más allá. Melissa Castrillon explora con cuidado y precisión la poética de las cosas sencillas con resultados espectaculares. Sus ilustraciones se caracterizan por la fuerza de los colores que representan una atmósfera muy especial. El contraste de tamaños que se establece entre lo diminuto de la protagonista y su entorno tan inmenso, colorista y rico en vida que acentúan la vitalidad de la historia y justifican su temor. Entendemos su miedo, pero vale la pena el riesgo de conocer el mundo, de vivir la vida.

                                                  Pero entonces la niña se dio la vuelta

El motor de la historia es la curiosidad y mientras una voz la anima a adentrarse en lo desconocido otros personajes le advierten del peligro y le ruegan auxilio. Es por este motivo que la historia me recuerda en cierto modo a la de Nils Holgersson: el niño desmotivado que no respetaba los animales ni la voluntad de sus padres hasta que un encantamiento lo convierte en un ser diminuto que emprende un viaje fascinante por la geografía de su país a a lomos de una oca. Sin esperanzas de recuperar su aspecto habitual Nils no duda en ayudar a todos los animalitos que necesitan socorro y por ello es premiado con volver a su estado natural. A Min le sucede lo mismo y su recompensa es la valentía que es un pasaporte a la felicidad que supone la autonomía.

La distribución del texto y de las páginas a lo largo del libro es muy acertado porque contribuye a entender mejor la historia desde la perspectiva de Min. Por ello, a veces el ritmo lento y reposado de la doble página se vuelve trepidante cuando se divide en columnas y más aún cuando zigzaguea para encadenar las diferentes acciones de la niña para resolver los problemas que se le presentan. De esta forma tenemos un cuento ilustrado cercano al cómic que lo mismo puede imaginarse como un pop-up que como las imágenes en movimiento de los dibujos animados.