La indomia

La indomia

I.C.Viro: La indomia. Sevilla: BABIDI·BÚ, 2019, 220 pp.

En un extremo del mundo, allí donde siempre es verano, guardan su sitio los indomios. Un poco extraños en sus costumbres, es cierto, y bastante raros en todo lo demás. Pero nadie que los haya conocido podrá negar que son fascinantes.

Se nota que estamos ante un autor experto en captar la atención de su público con la palabras. Y es que, no en vano, I.C.Viro además de escritor es también narrador oral, así que podemos prepararnos para que despliegue sus artes de cuentahistorias y nos tenga amarrados a las páginas tratando de averiguar quiénes son estos indomios (no, no quiero poner «indomio» en cursiva).

Nos encontramos pronto con Vita, protagonista de la historia y pieza clave en el devenir de toda una serie de acontecimientos. La niña emprende un viaje en busca de respuestas que no logra encontrar, ni a su alrededor ni dentro de ella misma, y por el camino algo sucede, algo cambia (obvio, ¿no?). A partir de ahí, el lector pierde de vista a la joven y se acomoda en los ojos de Pinna, Umbra y Clivo que parten tras el rastro de su amiga. Y hasta aquí va a llegar el resumen, paupérrimo, que voy a hacer del libro, porque tengo tantas ganas de lanzarme a comentar genialidades que prefiero dejar el comentario de texto a medias.

Bien, empecemos. La historia rebosa amor por la naturaleza por los cuatro costados. El texto está salpicado de píldoras de botánica y horticultura que podrían llegar a incitar al urbanita más tozudo. Pero es que además la relación entre los indomios y su entorno es especial, mágica y ciertamente envidiable.

Cualquiera desearía tener un huerto como los de los indomios. Aunque nunca hayas cultivado nada, solo verlo es algo inspirador y mágico. Los plantan junto a la parte alta del río Ripetacue, en zonas llanas de la orilla y en balsas flotantes rellenas de tierras. Allí el suelo es tan fértil que, si se te cae una pipa de girasol, al día siguiente todos podréis comer de sus pipas. Hay que tener cuidado con no caerse mucho al suelo, no vaya a ser que te salgan raíces en las manos que apoyes.

Girasoles a parte, el libro de I.C.Viro hace una propuesta valiente al lector y le interpela con enfoques que a veces no resultan tan habituales en el mundo de la LIJ. El autor crea una protagonista que cuando decide abandonar su poblado en pos de respuestas parece que va a iniciarse en un «viaje del héroe» en el que debería ir enfrentando pruebas y evolucionando hasta regresar convertida en la salvadora de su pueblo. Pues bien, algo así se podría decir que es lo que hacen sus amigos Pinna, Umbra y Clivo, pero Vita tiene un recorrido distinto. Ella más bien se dedica a deambular entre las sombras, balancearse entre el bien y el mal y, de hecho, la balanza llega a inclinarse por momentos hacia la opción «deme dos tazas de comportamiento ruin e infame, por favor». Autores de LIJ ofreciendo execrables modelos de comportamiento a las ingenuas criaturas, gensanta.

Por el camino entre las páginas, hay párrafos que merecen un monumento incluso sacados del contexto narrativo. No se pierdan, por ejemplo a la anciana Ulteria que vive en una isla apartada de la comunidad; ese personaje es un manantial de sabiduría y subraya la importancia que los mayores deberían tener en cualquier sociedad que se precie. 

Y claro, imagínatelo, un buen día alguien te ve hablar con un cocco y piensa que no eres rara, sino lo siguiente. ¡Tú, que solo estabas filosofando, buscando respuestas esenciales! Tratas de disimular, pero ya es tarde, porque al día siguiente estás preguntándole a las cirhuelas que por qué te han hecho mearte tanto, que creías que se te licuaban las carnes por la pata abajo, y al día siguiente a los sauzes, y luego a la arena del río, que es innumerable como las estrellas, y a las estrellas, que son innumerables como la arena del río; y les preguntas: ¿pero vosotras qué hacéis aquí? Y créeme, ya no hay duda de que un día te lo preguntarás a ti misma: «¿Qué hago yo aquí? ¿Por qué un día me caí del vientre de mi madre?» Y ahí, muchacha, sí que estás perdida de verdad.

Notarán, lectores hábiles a la caza de la errata, que el pasaje anterior está plagado de ellas. ¡Ja! Resulta que el autor, además de escritor y narrador oral, es filólogo y ha decidido inventarse su propio lenguaje. En primer lugar lo hace creando una nueva variedad de flora y fauna, relativamente parecida a la que conocemos, pero con su toque especial. Pero lo más impactante viene en segundo lugar: las últimas páginas ofrecen el «silabario EVA (Escritura Verdadera Antigua)» que son los símbolos con los que se comunica Vita con sus amigos, dejándoles mensajes escondidos en troncos, ceniza y barro, entre otras geniales superficies de escritura.

Aquí, con cierta vehemencia, lanzo una crítica a I.C. Viro. No logro entender cómo alguien que parece haber disfrutado tanto inventando su propio lenguaje no hace que su presencia en la obra sea mucho más notoria. Estoy segura de que el lector gozaría de lo lindo jugando a descifrar más símbolos ocultos que, en mi opinión, podrían haber ocupado páginas enteras para conferirles el protagonismo que merecen. ¡Comparta ese placer por el lenguaje, hombre!

Quedan muchos más detalles que valdría la pena desgranar (ni siquiera he comentado la ceremonia del Fato, ni las guardas juguetonas), pero espero que haya sido suficiente para despertar la curiosidad y las ganas de perderse en el mundo de los indomios. Personalmente, espero que este libro sea el primero de muchos. El ingenio literario que se esconde tras la pluma de I.C.Viro parece capaz de emocionantes retos y deleites para el lector.