Robinson

Robinson

Peter Sís: Robinson. Barcelona: Ekaré, 2018, 48 pp.

Vuelvo a la carga con Peter Sís, de quien ya reseñé Madlenka hace unos meses. En su momento me quedé asombrada con el manejo del lenguaje cinematográfico que desplegaba el autor, jugando con planos y angulaciones con gran acierto. En este caso, por dicha, no ha sido para menos y de nuevo nos movemos por la historia que propone Sís con un desafío continuo a la fuerza de gravedad. Hay páginas que nos sitúan a ras de suelo, mirando a los personajes de tú a tú, mientras que otras nos elevan a los cielos y nos colocan en un parapente que sobrevuela una isla paradisíaca. Cojan el pasaporte.

La primera doble página funciona como una especie de flashback resumen que nos cuenta cómo un grupo de amigos se divierten imaginando ser una tropa de piratas y convierten cada rincón del barrio en el escenario de una nueva aventura. Los chiquillos tienen la suerte de que organizan un concurso de disfraces en el colegio y, obviamente, tienen claro cuál será su indumentaria.

Pero resulta que el protagonista de la historia, uno de los niños, siente una gran afición por Robinson Crusoe (o, al menos, eso le recuerda su madre) y decide romper la disciplina de voto y aparecer vestido como el más célebre náufrago literario. Él acude feliz, orgulloso e ilusionado a la fiesta, con muchísimas ganas de mostrar sus ropajes al resto de niños. Sin embargo, como sucede a veces, el público no le recibe como él esperaba y es objeto de burlas y risas. Siguientes páginas: drama, huída y encierro bajo la protección de las sábanas.

El protagonista se siente mareado y parece que no logra dormirse; pero, justo desde ese umbral entre el sueño y la vigilia, zarpa en un viaje que ya anticipaba la cubierta de la obra con una bonita metáfora visual.

Doy vueltas y más vueltas.

Me siento perdido.

Voy a la deriva.

No es la mejor de las sensaciones, sin duda. Puede ser muy angustiante, y hasta físicamente doloroso. Pero estar perdido, incluso a la deriva, puede también ser el punto de partida de caminares que ensanchan el alma. Realidad y ficción se entrelazan, el lector decide qué «es» y qué «no es», mientras Peter Sís juega con gamas de colores, texturas y planos, desplegando una variedad de técnicas de ilustración según se ajusten más a lo que quiere contar en cada doble página. Como guinda, guiños intertextuales en cada rincón (desde La última cena de Leonardo Da Vinci hasta El castillo en el cielo de Hayao Miyazaki).

En definitiva, un libro lindo, con mucho trabajo detrás, y con un toque de «¡ánimo, valiente!» para quien esté a la deriva, buscando rumbo o simplemente dando un paseo por el mundo.